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Mi mamá

Hoy la Conqui se quedó trabajando en la casa, estuvimos casi todo el día con la puerta abierta pero como llovía y hacía frío con el Manchi nos quedamos dentro de la casa.

En la mañana, ella se estaba haciendo la loca con eso de prender la estufa, pero cómo teníamos frío, con el Manchi nos sentamos delante de ella con cara de “¿y? ¿cuándo la prendes?”; yo estaba callada como es mi estilo, pero el Manchi que es más escandaloso pegó un par de maullidos, movió la cola y se restregó en sus piernas: la Conqui captó altiro el mensaje y agarró el hacha para hacer astillas y prendernos el fuego… ¡es tan obediente nuestra humana!  No hay nada mejor que dormir hecha ovillo delante del fuego mientras afuera llueve.

En la tarde, como a las cinco, ella tuvo que irse a una reunión y justo ¡justo! con el Manchi tuvimos ganas de salir y como a la Conqui le gusta dejarme guardada “para que no me vaya a comer un perro”, según ella, se demoró un buen rato en agarrarme y meterme a la casa. Debe haber sido por eso que se fue pelando forro en el auto que le prestaron y reclamando “gata retamboreada, todo el día con la puerta abierta y decreta salir justo cuando debo irme” ¿cuándo va a entender que a los gatos nos gusta hacer lo que nosotros queremos y no lo que otros quieren que hagamos? Ella mejor que nadie debería saberlo porque es bien parecida a mí en eso… con razón dicen que quién lo hereda no lo hurta, y si bien ella no es mi mamá de “verdad”, yo la siento como si lo fuera… ¡por mucho que reclame que no es gata! Digo yo, si no fuera mi mamá ¿habría puesto la silla que puso para que yo pudiera bajarme del techo de la casa el otro día? o ¿habría encarado a ese tremendo perro con cara de malas pulgas que me salió persiguiendo cuando fui a molestarlo? Esas cosas sólo las hace una mamá, por mucho que ella diga que no lo es.

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