¡Hasta que lo logré! después de un año viviendo con mi abuela ¡finalmente hoy la escuché decir que tengo permiso para comerme un pajarito! o varios, depende de mi suerte. Eso sí: tienen que ser todos de la misma marca: zorzales.
Ustedes se preguntarán cómo es que ocurrió este milagro, bue, yo les voy a contar… Todas las mañanas yo me levanto corriendo apenas siento a mi abuela moverse en su cama, y bajo con ella a la cocina para acompañarla mientras prepara el desayuno; ella saca tazas y pone platos, mientras, yo me siento en el vano de la ventana a observar el jardín, después de un rato me paro delante de la puerta y ella me abre para que pueda salir a dar un par de vueltas, subo y bajo por mi árbol, controlo que todo esté en orden y vuelvo a entrar.
En las mañanas generalmente hay un par de zorzales que se dedican a picotear mi pasto buscando gusanitos, caminan dando saltitos, mueven su cabeza oyendo lo que ocurre debajo de la tierra y siempre están con un ojo atento puesto sobre mi, vigilando por dónde ando. Un par de veces he tratado de sorprenderlos, pero confieso que me contenía porque pensaba que mi abuela tenía un ojo puesto en mis movimientos para que yo no fuera a hacerles nada; creía que apenas me veiera acomodar mis patas traseras para agarrar fuerza y saltarles encima, el “¡Melí no lo hagas!” sería automático, y claro, su grito serviría de aviso para que los zorzales salieran volando, y yo no estaba dispuesta a hacer el ridículo gratuitamente. Pero eso fue hasta hoy día que la escuché hablar con mi mamá diciéndole que estaba aburrida con los zorzales paseando por el jardín como si fueran ellos los dueños. Al verlos parados en una baranda, mirándome con ganas de sacarme la lengua, ella recordó la pica que les tenía porque más de una vez corretearon a la Carlota, la gata viejita que vivía aquí antes que llegara yo, y eso no se hace, es una maldad muy grande molestar a los que no se pueden defender. Cómo habrán sido de malos, que incluso trataron de picotearla ¡¿lo pueden creer?! ¡zorzales perversos! ya van a ver ahora que tengo chipe libre para hincarles los dientes, se arrepentirán de todo lo que molestaron a la Carlota
¡Ah! ¡y tengo otra novedad! Llamaron de Santiago para ofrecerme trabajo, sí, trabajo ¡y cazando! uno no debería cobrar por hacer lo que le gusta, pero si me quieren pagar ¡bienvenida sea la platita para comprar crunchi crunchis! o tal vez podría ahorrar y comprarme uno de esos árboles para dentro de la casa que he visto en algunas revistas de decoración para gatitos… ¡siiii! eso quiero.
Bue, les cuento del trabajo: resulta que en la casa de mi tía la gritona, la que es mamá de la Mila, aparecieron ratones y quieren que yo vaya a hacerme cargo de la situación ¿lo pueden creer? el único problema, es que no sé cuanto cobrar ¿qué será lo justo? digo, yo cuando cazaba en el sur lo hacía por entretención, nunca me pagaron por hacerlo y no sé si pagarán por día de trabajo o por ratón pillado. He estado toda la tarde googleando para ver si en alguna parte encuentro esa información, pero parece que no se usa mucho eso de poner aviso tipo “Busco gatita buena cazadora para terminar con ratoncitos molestos, pago xxx”. En todo caso, primero voy a tener que conversarlo con mi mamá para que me de permiso, además que ella es la que tendría que llevarme porque yo todavía no sé manejar. mmm ya veré qué hago, porque tampoco es llegar e irme, primero tengo que terminar con los zorzales del jardín.
(Algo así quiero... ¡qué entretenido!)