Yo no la conocí personalmente, pero es tanto lo que la Conqui me ha hablado de ella, que es como si la conociera de toda la vida.
La Carlota es una gata de tres colores muy guapa que nació en Maitencillo; ella era una gata salvaje que vagaba libre por el campo y que un día decidió quedarse a vivir con la mamá de la Conqui (creo que la vieja vendría a ser mi abuela, y aunque no me conoce me debe querer porque siempre pregunta por mi cuando habla con la Conqui por Skype) Me distraje, retomo: la Carlota decidió irse a vivir con mi abuela cuando tenía poco más de un año, tal vez dos; apareció un día por la casa con un pololo que tuvo y que estaba con un alambre en su cuello. Ella fue lista porque supo que en esa casa los iban a ayudar: dicho y hecho, mi abuela agarró unos alicates, al pololo y le sacó el alambre.
Después de eso, la Carlota siguió apareciendo por la casa de la mamá de la Conqui pero sola (me tinca que terminó con su pololo) o con sus guaguas, ¡porque pucha que tuvo guaguas! Al menos 4 camadas por lo que me han contado, y era tan viva que se las llevaba a mi abuela para que se las cuidase. Así, de a poco, entre guagua y guagua, cada vez se fue quedando más en la casa, hasta que llegó el día en que se quedó para siempre y le compraron cantora y aprendió a dormir arriba de las camas primero y en el hueco del brazo después.
La Conqui fue la que le enseñó a dormir adentro de la cama; ella le enseñó eso y muchas otras tonteras más como comer manjar o responder con maullidos a los apodos tontos con que la llamaba “Tita, Ñañi, Lleina, Amigui” y puras leseras así.
La Carlota era seca para cazar: ratones, guarenes, conejos, pájaros… ¡de todo! y no había perro que la espantara. Según la Conqui sus manos era fuertes, grandes, con unas zarpas largas y afiladas dónde se notaba que las usaba y no eran de adorno… Ojalá yo aprenda a cazar tan bien como la Carlota. Según la Conqui yo me parezco un poco a ella por lo gordita, y que eso es porque alguna vez pasamos hambre así que cuando tenemos comida a nuestro alcance comemos por si acaso nos falta en otro momento.
Hoy en la mañana la mamá de la Conqui la llamó temprano por teléfono para darle una mala noticia: después de casi 18 años juntas, la Carlota murió ayer. Yo escuché el “ring ring” cuando estaba en mi ronda matinal paseando por el jardín, pero mi instinto me dijo que algo grave había pasado así que volví corriendo a la casa y me encontré con la Conqui que le salía agua por los ojos; nunca había visto a nadie llorar. Como la vi tan triste me puse a hacer tonteras para ver si le pasaba la pena, incluso salí a buscarle un ratoncito para que se distrajera jugando, pero cuando volví con él me hizo llevármelo para afuera. Primera vez que no le discuto una orden así que lo agarré en mis dientes, lo fui a dejar al jardín y altiro me volví para la casa. Ahí la Conqui me tomó en brazos y me dejó todo el lomo mojado con lagrimas y mocos... ¡güácala! se lo acepté porque era ella y porque estaba triste, pero como se repita me arranco de sus brazos ¡yo no soy pañuelo!
La Conqui me ha mostrado hartas fotos de la Carlota, y la verdad es que era muy requete guapa; según la Conqui, ella ahora está en el cielo junto a Zen, Dax, la Candela, la Mañunga, la Mora... y que yo los voy a conocer algún día cuando también me vaya para allá. Por ahora, lo único que quiero es conocer a mi abuela, según la Conqui va a venir cualquier día de estos a vernos...
La Carlota es una gata de tres colores muy guapa que nació en Maitencillo; ella era una gata salvaje que vagaba libre por el campo y que un día decidió quedarse a vivir con la mamá de la Conqui (creo que la vieja vendría a ser mi abuela, y aunque no me conoce me debe querer porque siempre pregunta por mi cuando habla con la Conqui por Skype) Me distraje, retomo: la Carlota decidió irse a vivir con mi abuela cuando tenía poco más de un año, tal vez dos; apareció un día por la casa con un pololo que tuvo y que estaba con un alambre en su cuello. Ella fue lista porque supo que en esa casa los iban a ayudar: dicho y hecho, mi abuela agarró unos alicates, al pololo y le sacó el alambre.
Después de eso, la Carlota siguió apareciendo por la casa de la mamá de la Conqui pero sola (me tinca que terminó con su pololo) o con sus guaguas, ¡porque pucha que tuvo guaguas! Al menos 4 camadas por lo que me han contado, y era tan viva que se las llevaba a mi abuela para que se las cuidase. Así, de a poco, entre guagua y guagua, cada vez se fue quedando más en la casa, hasta que llegó el día en que se quedó para siempre y le compraron cantora y aprendió a dormir arriba de las camas primero y en el hueco del brazo después.
La Conqui fue la que le enseñó a dormir adentro de la cama; ella le enseñó eso y muchas otras tonteras más como comer manjar o responder con maullidos a los apodos tontos con que la llamaba “Tita, Ñañi, Lleina, Amigui” y puras leseras así.
La Carlota era seca para cazar: ratones, guarenes, conejos, pájaros… ¡de todo! y no había perro que la espantara. Según la Conqui sus manos era fuertes, grandes, con unas zarpas largas y afiladas dónde se notaba que las usaba y no eran de adorno… Ojalá yo aprenda a cazar tan bien como la Carlota. Según la Conqui yo me parezco un poco a ella por lo gordita, y que eso es porque alguna vez pasamos hambre así que cuando tenemos comida a nuestro alcance comemos por si acaso nos falta en otro momento.
Hoy en la mañana la mamá de la Conqui la llamó temprano por teléfono para darle una mala noticia: después de casi 18 años juntas, la Carlota murió ayer. Yo escuché el “ring ring” cuando estaba en mi ronda matinal paseando por el jardín, pero mi instinto me dijo que algo grave había pasado así que volví corriendo a la casa y me encontré con la Conqui que le salía agua por los ojos; nunca había visto a nadie llorar. Como la vi tan triste me puse a hacer tonteras para ver si le pasaba la pena, incluso salí a buscarle un ratoncito para que se distrajera jugando, pero cuando volví con él me hizo llevármelo para afuera. Primera vez que no le discuto una orden así que lo agarré en mis dientes, lo fui a dejar al jardín y altiro me volví para la casa. Ahí la Conqui me tomó en brazos y me dejó todo el lomo mojado con lagrimas y mocos... ¡güácala! se lo acepté porque era ella y porque estaba triste, pero como se repita me arranco de sus brazos ¡yo no soy pañuelo!
La Conqui me ha mostrado hartas fotos de la Carlota, y la verdad es que era muy requete guapa; según la Conqui, ella ahora está en el cielo junto a Zen, Dax, la Candela, la Mañunga, la Mora... y que yo los voy a conocer algún día cuando también me vaya para allá. Por ahora, lo único que quiero es conocer a mi abuela, según la Conqui va a venir cualquier día de estos a vernos...
Carlota