Anoche me tomaron el pelo de una manera clara, contundente, precisa y maquiavélica, y lo más humillante es que caí redondita. Está claro que cuando la Conqui quiere ser mala, es muy buena mala. Todo empezó después de almuerzo cuando me pasé la tarde en la pieza de mi abuela; me gusta instalarme ahí porque puedo controlar a los vecinos, ver a los niños jugando y vigilar a los perritos. Hasta ahí, todo bien. Lo complicado vino a la hora de dormir, yo me había quedado con mi abuela hasta que la Conqui llegó a buscarme y me llevó para su cama, pero no quise quedarme con ella y de un saltó me bajé al suelo y me puse a lavar mi carita esperando que ella se distrajera; cuando eso pasó, yo me volví a acostar con mi abuela y ese gesto de buena voluntad –lo hice para acompañarla porque por estos días la he notado medio apanucada y conmigo se entretiene– significó que mi mamá se pusiera celosa y armara toda una escena. Yo estaba panza arriba instalada en el hueco del brazo disfrutando de sus
(Diario de una gata)