Ayer en la noche me tocó vivir una de las experiencias más humillantes del último tiempo: mi mamá me subió a la pesa y me dijo que como siguiera engordando me iba a sacar a trotar todas las noches así fuera que tuviera que llevarme a la rastra como saco de patatas ¿¡qué se habrá creído?! ¿yo salir a trotar obligada? ¡jamás! cuando yo corro es porque hay un pajarito o alguna entretención de por medio, pero jamás por “deporte”. Vieja desubicada… más encima la escuché hablando con mi abuela cuando le decía que me iba a comprar crunchi crunchis light ¡light! ya con ese nombre deben ser malos, nada que sea “liviano” puede ser rico. Díganme ¿que tiene de rico una miserable hoja de lechuga comparada con un buen par de huevos revueltos o un sabroso pajarito? (y si es con tocino ¡mejor!). A ver cuando este par de humanas que viven conmigo comprenden que yo no estoy gorda si no que robusta, y que mis gramos de más son mi línea de crédito para el incierto mañana. Porque es eso lo que tengo de más, unos pícaros gramos extras y no kilos como mi mamá; sí señora ¡kilos! e igual que usted sabe cuanto peso yo, yo sé cuanto pesa usted, y como haga público mis kilos yo haré lo mismo con los suyos. Y no es una amenaza, es una advertencia. Y sí, a usted le hablo así que no se haga la desentendida…
Para rematar el tema de los kilos extras ¿saben qué es lo más triste que le ocurre a mi mamá comparado conmigo? Yo al menos como feliz y sin remordimiento de conciencia, pero ella cada vez que se come un pedazo de pan, una rebanada de pastel o un trozo de carne piensa en cuantas calorías está engullendo, y claro, así no hay quién disfrute ni de una miserable miga.
Pero bue, no todo en esta vida gira en torno a la comida y los kilos extras, también tenemos arañas. Así es ¡arañas! y de las grandes bien grandes, de esas con las patas peluditas y el cuerpo gordito.
Ya la semana pasada había llegada una tarántula o araña pollito a la puerta de la casa y la Conqui no me había dejado acercarme para saludarla por mucho que yo quise hacerlo para ver de que se trataba, era la primera vez que veía un bicho tan pero tan grande y con tantas patas. Pasó el día, la araña se fue y con mi mamá nos olvidamos del tema; eso hasta hoy que la araña volvió y mi abuela la descubrió en la puerta con ganas de entrar a la casa. Mi mamá se asomó a verla, puso cara de “güácala” y enseguida se metió a la casa. La veterana quiso que me dejara salir para ver qué hacía yo con la araña pero mi mamá no dio permiso porque no sabía si podía ser peligroso para mí ¿y saben qué? por suerte no me dejó salir porque lo más seguro es que yo me hubiese puesto a darle manotazos para ver si se movía, y la Grammostola Rosea (ese es su nombre científico) se habría rascado la guata con una de sus patitas para soltar sus pelitos y lanzármelos como arma de defensa, ya que esos pelitos me podrían haber provocado urticaria o alguna reacción alérgica más grave en caso de que yo los hubiese respirado con lo que me habrían llegado a los pulmones. En todo caso, mi mamá dice que no son para asustarse las arañas pollitos, y ella debe saberlo porque una vez tomó una por una apuesta que hizo con un lustrabotas del paseo Ahumada que tenía a Tecla de mascota, y dice que son suavecitas y que a lo más le hizo cosquillas con sus ocho patitas… ¿Pero saben qué? no me importa lo que diga mi mamá, después de leer sobre las costumbres de las arañas pollitos decidí que no me gustan porque supe que les gusta comerse a las guaguas de las lauchas y eso es competencia directa conmigo ¿¡qué se han imaginado?! Ahora entiendo porque acá en Viña no he visto ratoncitos pero sí arañas pollitos: esas guatonas se comen todas las guaguas ¡ojalá que las exporten a todas como mascotas! (sip, también aprendí que Chile es el principal exportador de tarántulas a nivel mundial, humanos locos ¿quién puede querer una araña de mascota pudiendo tener una linda gatita como yo?).
(La visita)