¡Joder! Y hasta que mi mamá soltó el computador y pude pescarlo yo. No entiendo esa cosa de ver películas ¿me pueden creer que se pasó casi 3 horas pegada a la pantalla viendo no sé que historia de una mujer que fue Papa? Y no pregunten que es eso de “Papa” porque con suerte conozco a un papá con acento –el de la Mila– y debo decir que me pareció bastante ruidoso el caballero ¡vieran los flatos que se tiraba el cochino! Eso de cochino lo digo porque cada vez que mi mamá hace lo mismo, mi abuela grita “¡Conqui! ¡Cochina! Eso no se hace” pero la verdad, la verdad, no sé que tan cochino será porque por más que he tratado de hacer el mismo ruido, no me resulta ¿la razón? ni idea, imagino que debe ser por el mismo motivo que si yo no me puedo flatear, mi mamá no puede ronronear por más que trate: los gatitos ronroneamos y los humanos se flatean (punes nos tiramos todos en esta casa).
Bue, a lo mío… ¡tengo juguete nuevo! Es algo muuuuy entretenido que mi mamá más de una vez me había ofrecido, pero cada vez que lo hacía la egoísta de mi abuela decía “no toques las de mi canasto”, y mi mamá hacía casa o y yo me quedaba sin saber de qué me estaba hablando ¡pero eso duró hasta hoy día!…
Ayer en la tarde mi abuela salió y al poco rato volvió con una bolsa llena de pelotas blandas y dos palos largos, pero como estaba comiendo no le hice mucho caso y después se me olvidó ir a revisar qué había comprado la veterana. Hoy lo descubrí: los palos se llaman palillos y las pelotas blandas son ovillos de lana, y con todo eso los humanos tejen cosas chalecos y bufandas para abrigarse porque ellos no tienen abriguito de piel como yo. Apenas mi abuela sacó el primer ovillo de la bolsa y pude ver todos esos hilitos por dónde meter mis uñas, supe que era diversión asegurada; ahora, cuando vi los palillos moviéndose con la hebra de lana colgada que se movía de un lado a otro ¡me sentí en el cielo! Obviamente, me puse a manotear los palillos, luego quise cazar el hilo de la lana y por último agarré el ovillo entre mis patas mientras le daba unos buenos mordiscos tratando de descubrir gusto a qué tenía. Poco me duró la diversión, apenas mi abuela me vio empezó con los gritos de “¡Melí! ¡Suelta la lana!” grrrrrrr Pucha que me da rabia cuando me dejan con las ganas de seguir jugando ¡vieja egoísta! Ok, entiendo lo de los palillos ¿pero que le cuesta prestarme una madeja de lana? ¡Tiene una bolsa llena! ¿Para que quiere tantas? Yo con una sería feliz… ¿Y saben qué? Quiero que esa una sea de las de mi abuela porqué mi mamá me pasó otro ovillo aparecido de no sé dónde y no quise jugar con el: es mil veces más divertido robárselo a la vieja y hacerla rabia un poco; de alguna forma, lo considero su pago por cada vez que se mete con mi chaucherita o me tira la cola. Justicia divina.