De lo más invernal el día, me recordó la época cuando vivía en el sur con mi mamá y ella se pasaba todo el día metiéndole palos a la bosca. Me gustaba mucho el olor a leña y lluvia, aunque debo decir que a veces –por no decir que casi siempre– mi mamá dejaba la casa pasada a humo al tratar de prender la estufa ¡y vieran la de palabrotas que decía cuando eso pasaba! ha sido un buen ejemplo, de ella aprendí el huevón y varias más que no salen en el diccionario. Sí, lo confieso, ayer seguí buscando palabras y después de “gato”, “huevón” fue mi siguiente búsqueda ¿y saben qué? ¡aparece! dice que significa peresozo e imbecil… ¡Huy! ¡imbecil! ese se supone que es otro garabato y según mi abuela no lo puedo decir porque las gatitas lindas no dicen palabras feas, pero creo que ella está equivocada porque sale en el diccionario así que no debe ser tan fea ¿o no? ¡Bah! hay que ver las tonteras que se me ocurren cuando no me dejan salir al jardín ¡al menos me podrían dejar una puerta abierta! Eso hacía mi mamá cuando vivíamos en el sur: sin importar el clima, siempre tenía la puerta abierta para que pudiera entrar y salir a mi antojo. Cuando llegamos a vivir con mi abuela y la Conqui pretendió dejarme la puerta abierta como hacía en el sur, la vieja mañosa puso el grito en el cielo y se negó diciendo que iba a entrar el fresco ¿y saben qué? ¡tenía razón! el fresco entró un buen par de veces a comerse mis crunchi crunchis, pero era tan lindo que yo lo dejaba. Eso duró hasta que la perversa de mi abuela lo tomó un día por sorpresa y lo metió en una caja con rejas; ahí lo tuvo por un buen par de horas, después salió a buscar a la mamá del fresco que vino y se lo llevó. Pobre, debe haber quedado traumado porque ahora sólo lo veo a lo lejos y nunca más ha vuelto a meterse a la casa. Por cierto ¿les dije que el fresco se llamaba Charly y era un gatito parecido a mi? guapo guapo oye, aunque medio flaco para mi gusto, por eso yo dejaba que se comiera mis crunchi crunchis por mucho que la veterana reclamara cada vez que lo pillaba dentro de la casa. ¿Saben? yo creo que mi abuela lo encerró porque sabía que al hacer eso él dejaría de venir a la casa y ella estaba celosa de que yo tuviera un pretendiente que me venía a ver y ella no. Sí, seguro que fue por eso: celos de que yo fuera a tener pololo y ella no, y por eso mismo debe ser que le tiene buena a la Pelusa, esa gata intrusa que se la pasa fisgoneando mi jardín. Hoy por ejemplo, yo estaba en la terraza de mi mamá controlando a los pajaritos cuando de repente ¡zas! ahí pasó ella caminando muy de cola parada por mi muro… ¡me dio una rabia! como sería, que por un momento olvidé que estaba en un segundo piso y quise salir corriendo detrás de ella saltando por el balcón, por suerte reaccioné altiro y de un brinco ya estaba nuevamente con mis cuatro patitas bien apoyadas en tierra firme y mi mamá retándome por imprudente, aunque el enojo se le pasó rápido y en seguida me acompañó al primer piso, me abrió la puerta al jardín y yo salí soplá a treparme a mi árbol para aclarar las cosas con esa gata flacuchenta de pelo largo, y que apenas me vió salió escapando cerro arriba conmigo detrás de ella para asegurarme que se fuera bien lejos. Eso sí, el paseo no me duró mucho porque bastó que cayeran un par de gotas locas para que mi mamá saliera a llamarme para que me guardara porque me iba a mojar… ¡hello! soy gatita sureña y tres gotas locas no me espantan, pero mis ganas llevarle la contra se terminaron apenas sentí el ruido de mis crunchi crunchis cayendo en mi platito… ¡ñam! ¡ñam!
(La gata intrusa)