Hoy pasé el día solita porque mi mamá salió temprano en la mañana y volvió a la casa recién pasadas las seis de la tarde, aunque exagero un poco con eso de haber estado solita porque me quedé con mi abuela, y debo decir que se portó bastante bien conmigo, mucho mejor de lo que me habría esperado ¿y saben qué? más vale que nos empecemos a llevar bien ella y yo porque desde mañana vamos a pasar harto rato solas las dos porque mi mamá va a empezar a trabajar fuera de la casa ¡qué fome! me gustaba tenerle todo el día disponible para mí, aunque no me hiciera caso porque estaba metida en el computador, yo podía dormir hecha pelotita a su lado mientras ella trabajaba. Bue, lo bueno si breve dos veces bueno dicen. Tendré que hacerme “amiga” de la veterana.
Hoy la cosa no estuvo tan mal entre mi abuela y yo, quedando el marcador de trastadas mutuas empatado a uno. El primer tanto lo anotó ella al dejarme encerrada en su armario: antes de las 9 de la mañana yo figuraba metida entre sus zapatos y sin poder salir ¡vieja despistada! Por suerte fue por poco tiempo por que si hubiera sido por más tiempo le boto todos los chalecos y las carteras al suelo además de comerme el chocolate que sé dónde lo esconde: en una esquina de la primera repisa entrando a mano derecha ¡pero no le digan a nadie que yo les conté!. Luego de eso llegó mi turno de anotar un tanto a mi favor, y lo hice robándome sus crunchi crunchis: resulta que mi abuela guarda una cosa que se llama maní en un frasco de vidrio, y siempre que anda por la cocina ella lo abre y picotea unos pocos. Cada vez que yo he tratado de meter la nariz para olerlos, ella me reta y me saca diciendo que las gatitas no comen maní, pero sé que no es verdad porque mi mamá me ha dado un par de veces y debo decir que no me gustan mucho, pero con tal de molestar a mi abuela, soy capaz de comer lo que sea así que me empeciné en robar sus manís ¡y lo logré! justo cuando estábamos en la cocina sonó el teléfono y ella fue a contestar; con el apuro dejó el frasco abierto en mi presencia, y claro, una cosa llevó a la otra y terminé con la mitad de los maníes fuera del frasco, desparramados por el mesón ¡muy entretenido sacarlos de a uno con mis uñitas! Los fui enganchando de uno para irlos tirando de apoco cosa de verlos rebotar sobre el mesón. Ahora que lo pienso, si fuera la gatita de un físico lo más probable es que se me hubiera ocurrido alguna teoría sobre la fuerza de gravedad, pero por suerte soy la “hija” de una dizque periodista con sueños de escritora que me enseñó a escribir.
Retomando el cuento del maní: con eso quedamos empatadas a uno con mi abuela y el resto del día transcurrió con relativa tranquilidad hasta que llegó mi mamá ¡qué felicidad! Y más feliz me puse porque cuando llegó entró derecho a saludarme, ignorando a la veterana que nos miraba con cara de risa mientras yo olía entera a mi mamá para saber dónde había andado y qué había comido (me tinca que fue algo rico porque olía muy bien, como a carne a la parrilla ñam ñam). Y ahora los dejo porque me está esperando para jugar ¡hasta mañana!
(Craneando maldades)