Confieso que llevo varios días regalona en extremo con mi mamá, como si me hubiera bajado un ataque de amor extremo hacia ella que empezó el viernes en la noche cuando volvimos a dormir en su pieza de siempre; yo hice amago de no querer dormir con ella por lo del fantasma de la Carlota, pero me salió el tiro por la culata porque se puso firme y no dejó que me fuera cuando quise irme: con una mano me sujetó firme por el lomo mientras con la otra me acariciaba las orejitas y mi cuello. Estuvimos así un buen rato (por lo menos 20 minutos) hasta que yo me empecé a relajar y me soltó, ahí yo salté cama abajo con cara de “a mi nadie me da órdenes”, pero más que nada fue por salvaguardar mi dignidad de gata independiente. Bajé a comer unos pocos crunchi crunchis y al volver me acosté en el pasillo; estuve meditando un rato sobre fantasmas y musarañas decidiendo que me importaba más dormir con mi mamá que seguir atemorizada por cosas que sólo yo veía: echaba de menos la cama y las caricias de la Conqui, así que volví a su pieza y de un salto aterricé sobre su guata. Con mi mejor cara de gatita linda me puse a ronronear para que me hiciera espacio en el hueco de su brazo: después de llevar un buen par de meses sin querer dormir en esa pieza, ni muerta iba a dormir lejos del corazón de mi mamá, escuchándolo para saber que no estaba sola (me gusta acurrucarme en el hueco de su brazo izquierdo porque siento sus latidos). Pasamos la noche abrazadas, cada tanto yo me despertaba y la amasaba para que ella también se despertara y se preocupara por mí, ¿y saben qué? ¡lo hacía! en vez de reclamar o echarme por despertarla, ella me acariciaba despacio como diciendo “yo te cuido” ¡linda mi mamá! y no crean que sólo me aguantó el que la despertara ¡no! también me dejó estirarme cuan larga soy, le dio lo mismo dormir toda chueca con tal de que yo estuviera gusto ¡quién habría dicho que una gatita podía ocupar tanto espacio de la cama! Después de esa noche, decidí que me quiere tanto TANTO, que no puedo dejarla sola así que para dónde ella va, yo voy: si entra al baño a hacer pipí, yo voy con ella y también hago pipí ¿se va a lavar los dientes y la cara antes de acostarse? me siento en la tapa del wc y la acompaño ¿hay que cocinar? me pongo en una esquina y la miro mientras revuelve ollas ¿toca trabajar en el computador? me acuesto a su lado arriba de la impresora; el único problema es cuando tiene que salir porque no me puede llevar, entonces me instalo en la terraza de mi abuela que da a la calle para esperar que vuelva, y apenas la veo aparecer me pongo a maullar feliz de verla nuevamente.
Linda mi mamá, me he convertido en algo así como su sombra por mucho que mi abuela se ría y diga que soy una gata mimada, pero me tinca que lo dice de puro envidiosa porque a mí me dan yoghurt con cuchara y me explican la diferencia entre el huevo revuelto y el huevo duro (para comer, prefiero el revuelto; el duro está bueno para jugar ¡resbala súper bien sobre el suelo de la cocina!), mientras ella se queda mirando con cara de “exijo una explicación”. Debe ser por eso mismo que cada vez que puede y mi mamá no está cerca para verla, me tira de la cola ¡después que no se sorprenda si no quiero dormir con ella!