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La vecina sin nombre

Desde hace un buen par de semanas tenía ubicada a una gata que vive en una casa detrás de la mía. La descubrí un día que me escapé por el árbol que hay en el jardín de mi abuela, y la Conqui me fue a buscar; cuando me traía en brazos de vuelta a la casa, pasamos por delante de una puerta dónde ella estaba sentada, y aunque yo me hice que no la veía (igual que ella conmigo) anoté en mi agenda mental el buscarla apenas tuviera oportunidad para preguntarle si tendría algún dato de lauchas por el barrio.

Todavía no lo sé el nombre a mi vecina felina, pero tiene pinta de ser bien desordenada ya que la he visto pasar un par de veces con su cola bien parada por el muro que separa mi casa del cerro, y siempre va con cara de “me voy a comer al mundo”. Ella me da la impresión de ser media hippie porque tiene el pelo largo con manchones de colores que la hacen ver algo desordenada, y me tinca que sus papás no le deben cuidar mucho porque parece que callejea harto… la he pillado varias veces sentada en lo alto de mi muro a horas en que las gatitas lindas deberían estar en sus casas (o eso es lo que dice mi mamá). Además, debe ser bastante coqueta porque también la he visto haciéndole ojitos a un gato blanco que se pasea por el cerro, aunque él no le hace mucho caso porque siempre sigue caminando sin mirarla ni siquiera una vez. Pero bue, mejor me dejo de chismes y retomo...

Yo me moría de ganas de conversar con la gata tricolor, así que estuve vigilando para volver a treparme por mi árbol apenas la viera aparecer. Lo complicado era hacerlo en algún momento en que ni la Conqui ni la abuela me vieran, pero ayer en la tarde, luego de estar pendiente todo el día ¡la vi pasar por mi muro! Me hice la tonta un rato, vigilé que las dos viejas que viven conmigo estuvieran distraídas y ¡zas! me trepé al árbol y de ahí salté al muro dónde la tricolor estaba con cara de “¿y esta de dónde salió?”. Nos quedamos mirándonos de frente un buen par de minutos, ninguna de las dos hacía nada, ni siquiera un fuuuu de presentación, silencio total hasta que desde mi jardín se escuchó la voz de mi abuela… “Conqui ¿dónde está la Melí?”, y claro, hasta ahí no más llegó mi aventura. No pasaron ni diez minutos que me descubrieron en lo alto del muro tratando de pasar disimuladamente a mi árbol y volver a mi jardín sin que ellas se dieran cuenta de mi fuga, pero la gata hippie estaba sentada en mi camino sin dejarme pasar; yo podría haberle hecho un fuuu enojada, pero no quería pelear porque si le pegaba, capaz que después no me quisiera dar el dato de los ratones. Por suerte mi mamá atinó bien y llegó a buscarme, y cuando la tricolor la vio aparecer salió arrancando y yo aproveché de poner cara de gatita asustada para que no me retaran por la escapada ¿y saben qué? ¡funcionó! La Conqui me tomó en brazos y sin decirme nada nos volvimos para la casa. ¿La verdad? es bueno tener una mamá que se preocupa por ti y te guarda las espaldas, pero yo voy a volver a tratar de conversar con la gata hippie por si tiene dato de lauchas en el barrio...

(En mi puesto de vigilancia)

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