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Domingo libre

Ayer no escribí nada porque me tomé el día libre como corresponde hacer los días domingos ¿y saben qué? es lo que pienso hacer desde ahora con todos los domingos que vienen ¡me lo pasé bomba sin el remordimiento de conciencia de que debía escribir! Además, la Conqui estaba tan metida en su libro que no hubo caso de sacarla de ahí, así que no prendió el computador en todo el día, y si ella no me lo prende yo no puedo escribir porque no tengo dedito gordo para apretar el botón de “ON” y encenderlo. ¿Qué como tecleo? uso mis uñas, obvio, aunque las teclas están un poco picoteadas. Lo que pasa que para apretar el “ON” hay que hacerlo más fuerte, y se me podría quebrar una de mis uñitas y si eso me pasa después me costaría subirme más a mi árbol. Cosas de gatita…

Dentro de las cosas entretenidas que hice ayer, fue jugar con el papel mural de la escalera que estaba fácil de levantar: lo arañé un par de veces en una esquinita y enseguida logré levantar un buen pedazo ¡entretenido! Lo bueno es que justo mi abuela andaba en misa así que no estaba para retarme ¿lo malo? la Conqui me pilló in fragantí cuando bajó a desayunar. Igual tuve suerte porque estábamos casi en la hora de que mi abuela regresara de su misa, así que mi mamá no perdió tiempo en retarme si no que prefirió arreglar enseguida el papel mural con que yo había estado jugando. Eso sí, mientras trabajaba no paró de hablarme diciéndome “Melí, nos van a echar como sigas levantando el papel de las paredes, no me puedo pasar la vida detrás tuyo con un tubo de pegamento para arreglar tus destrozos” y bla bla bla… vieja latera. Además, la culpa fue de ella: si hubiera jugado conmigo en vez de estar leyendo su libro, yo no habría tenido que entretenerme solita. En todo caso, una cosa hay que reconocerle a mi mamá y que es bien hecha para arreglar el papel mural, porque para cuando llegó mi abuela no se notaba nada y ni se percató de mi entretención matinal. Tal vez debería buscar trabajo como empapeladora...

En todo caso yo no soy una gatita inconsciente, y como las palabras de mi mamá me quedaron dando vueltas, y previniendo que nos puedan echar de la casa, pasé la tarde entera acompañando a mi abuela y poniendo mis mejores caras de gatita linda; incluso fui más lejos y en la noche me quedé a dormir con ella, me metí en el hueco de su brazo y la amasé y la amasé un largo rato hasta que se quedó dormida feliz de la vida. Eso sí, yo dormí re poco porque hay que ver como ronca la veterana...

(Nada como una buena siesta para reponerse de una mala noche)

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