En algún momento, pensé que ser hija única y tener dos humanos sólo para mi era un sueño hecho realidad, pero con el correr de los días me estoy dando cuenta que puede ser bastante problemático e implicar harto trabajo diplomático.
Cuando estábamos con la Conqui en Puerto Varas, ella era una para dos (el Manchi y yo), y tocaba compartir su cariño, la cama, los crunchi crunchis, los juguetes ¡todo! Aunque yo sabía que ella era –y es– mi mamá, también sabía que el Manchi era de nuestro “grupo” y por lo tanto recibía el mismo tratamiento que yo, y claro, eso significaba cosas como que a mi me tocaba dormir a los pies de la cama porque él siempre me quitaba el hueco del brazo. Cuando llegamos a Viña, me encontré con que yo era la única gatita y que tenía dos humanas para mi, cada una con sus respectivas camas y ganas de regalonearme ¡ideal!… lo que no sabía es que iban a empezar a competir entre ellas si yo me iba a dormir con una u otra, o si mi abuela me daba de comer en vez de ser mi mamá la que rellenaba mi platito con crunchi crunchis o ñam ñam, además de tener a dos tontas pendientes de si cazaba un pajarito o me trepaba al árbol… ¡agotadoras las viejas! Nunca pensé que mi libertad se vería tan coartada por el exceso de ¿amor? Por ejemplo, ayer estaba de lo más entretenida jugando con un grillo cuando apareció mi abuela y me lo quitó; más tarde, a la hora de almuerzo, yo disfrutando en el jardín acercándome a un pajarito para ver si me cabía en la boca, cuando la cabeza de la Conqui apareció por una ventana llamándome con voz de pito y logrando que mi prospecto de almuerzo saliera volando… ¡nadie puede cazar así!
Y no se crean que el problema es sólo por no dejarme cazar, es peor que eso, ahora es por dónde duermo: anoche tuve la “mala” idea de irme a acostar con mi abuela, feliz de la vida me metí en su cama y ella, como cabra chica empezó “¡Conqui! ven a ver dónde está la Melí, se acostó conmigo ¡wichi pirichi!” y no pasaron ni 30 segundos que mi mamá asomó la cabeza en la pieza de ella y me descubrió metida en su cama con mi cabecita apoyada en su brazo y empezó el drama “¡Melí! me cambiaste por la vieja flaca, me abandonaste, a mí que soy tu madre ¿me vas a dejar sola?” y bla bla bla. Fue tanto lo que habló que logró que me diera pena y me saliera de la cama de mi abuela y ahí empezó la vieja más vieja con su drama y los “Melí… no me dejes sola… Melí… vuelve conmigo…” y todo esto con maullidos incluidos porque la señora está convencida que habla “gato”… ¿cuando aprenderán los humanos que jamás van a hablar “gato”? yo las miraba con cara de “no sé cuál de las dos está más loca, pero si siguen me van a volver loca a mí”, pero me ignoraron. ¿La verdad? me confundieron entera y yo no supe que hacer porque tenía claro que si me iba con una la otra se iba a picar, y no quería molestar a ninguna para tener a las dos engrupidas cosa de que me regaloneen cuando yo quiera. ¿Solución? me quedé sentada a los pies de la cama de mi abuela y esperé a que la Conqui me tomará en brazos y me llevara a su cama –cosa que hizo– y una vez allí me bajé y me senté en el pasillo a mitad de camino de las 2 habitaciones esperando que mi mamá estuviera de nuevo metida en su libro; cuando eso pasó, me fui a la cama de mi abuela, me acosté con ella y cuando sentí que estaba roncando me salí y me volví a acostar con mi mamá que seguía leyendo. Santo remedio, con esa movida dejé a las dos viejas contentas.
Cuando estábamos con la Conqui en Puerto Varas, ella era una para dos (el Manchi y yo), y tocaba compartir su cariño, la cama, los crunchi crunchis, los juguetes ¡todo! Aunque yo sabía que ella era –y es– mi mamá, también sabía que el Manchi era de nuestro “grupo” y por lo tanto recibía el mismo tratamiento que yo, y claro, eso significaba cosas como que a mi me tocaba dormir a los pies de la cama porque él siempre me quitaba el hueco del brazo. Cuando llegamos a Viña, me encontré con que yo era la única gatita y que tenía dos humanas para mi, cada una con sus respectivas camas y ganas de regalonearme ¡ideal!… lo que no sabía es que iban a empezar a competir entre ellas si yo me iba a dormir con una u otra, o si mi abuela me daba de comer en vez de ser mi mamá la que rellenaba mi platito con crunchi crunchis o ñam ñam, además de tener a dos tontas pendientes de si cazaba un pajarito o me trepaba al árbol… ¡agotadoras las viejas! Nunca pensé que mi libertad se vería tan coartada por el exceso de ¿amor? Por ejemplo, ayer estaba de lo más entretenida jugando con un grillo cuando apareció mi abuela y me lo quitó; más tarde, a la hora de almuerzo, yo disfrutando en el jardín acercándome a un pajarito para ver si me cabía en la boca, cuando la cabeza de la Conqui apareció por una ventana llamándome con voz de pito y logrando que mi prospecto de almuerzo saliera volando… ¡nadie puede cazar así!
Y no se crean que el problema es sólo por no dejarme cazar, es peor que eso, ahora es por dónde duermo: anoche tuve la “mala” idea de irme a acostar con mi abuela, feliz de la vida me metí en su cama y ella, como cabra chica empezó “¡Conqui! ven a ver dónde está la Melí, se acostó conmigo ¡wichi pirichi!” y no pasaron ni 30 segundos que mi mamá asomó la cabeza en la pieza de ella y me descubrió metida en su cama con mi cabecita apoyada en su brazo y empezó el drama “¡Melí! me cambiaste por la vieja flaca, me abandonaste, a mí que soy tu madre ¿me vas a dejar sola?” y bla bla bla. Fue tanto lo que habló que logró que me diera pena y me saliera de la cama de mi abuela y ahí empezó la vieja más vieja con su drama y los “Melí… no me dejes sola… Melí… vuelve conmigo…” y todo esto con maullidos incluidos porque la señora está convencida que habla “gato”… ¿cuando aprenderán los humanos que jamás van a hablar “gato”? yo las miraba con cara de “no sé cuál de las dos está más loca, pero si siguen me van a volver loca a mí”, pero me ignoraron. ¿La verdad? me confundieron entera y yo no supe que hacer porque tenía claro que si me iba con una la otra se iba a picar, y no quería molestar a ninguna para tener a las dos engrupidas cosa de que me regaloneen cuando yo quiera. ¿Solución? me quedé sentada a los pies de la cama de mi abuela y esperé a que la Conqui me tomará en brazos y me llevara a su cama –cosa que hizo– y una vez allí me bajé y me senté en el pasillo a mitad de camino de las 2 habitaciones esperando que mi mamá estuviera de nuevo metida en su libro; cuando eso pasó, me fui a la cama de mi abuela, me acosté con ella y cuando sentí que estaba roncando me salí y me volví a acostar con mi mamá que seguía leyendo. Santo remedio, con esa movida dejé a las dos viejas contentas.
(Hoy me he pasado el día haciéndole la pata a mi mamá...)