Hay días en que la flojera me gana y que ni siquiera pensar en cazar un pajarito me quita la modorra, es ahí cuando más me gusta hacerme pelotita y dormir acurrucada con mi mamá; después, cuando despierto, estoy llena de energías y con ganas de hacer mil cosas, y claro, algunas de esas cosas parece que no son muy del gusto de la Conqui o mi abuela… Hoy fue uno de esos días.
En la mañana holgazaneé con mi mamá quién después del desayuno volvió a acostarse y se quedó leyendo metida en la cama, cuando se levantó yo me desperezé y luego de un gran bostezo me levanté a ver en que me podía entretener. Pensando en qué hacer, bajé a la cocina a picotear unos crunchi crunchis y descubrí que mi abuela estaba cocinando, así que me quedé con ella para ayudarla… pero no me fue muy bien, resultó ser una vieja malagradecida y egoísta que no me dejó ayudarla. Primero me subí al mesón dónde tenía la lechuga para revisar que estuviera bien lavada, pero cuando ella me vio enseguida empezó con los “¡Melí bájate!”… Injusta la señora porque yo sólo la estaba oliendo la lechuga, ni siquiera me había robado una hojita. Pero bue… igual seguía con ganas de ayudar así que me subí al mesón dónde estaba el pollo; ahí mi colita se empezó a mover ansiosa porque su olor me recordó al de los pajaritos, quise hincarle el diente para asegurarme que estuviera bueno pero cuando estaba a punto de hacerlo empezaron de nuevo los gritos de la viejuja “¡Melí! ¡te voy a acusar con tu mamá!…. ¡Conquiiiii! la Melí se está portando mal” ¡joder! yo solo me quería asegurar que ellas no se envenenaran… Ahí la vieja ni siquiera espero que yo bajara por mis propios medios si no que me tomó en brazos y ¡zas! me dejó de sopetón en el suelo sin ningún miramiento. Mala onda la veterana, pero como está viejita yo me hice la loca e insistí en seguir ayudándola por lo que me subí a la mesa dónde ya tenía los platos y cubiertos puestos, y la ensalada lista; yo me puse a oler y revisar que todo estuviera en orden, incluso traté de probar el choclo para ver si le faltaba sal, pero ahí algo le pasó a mi abuela que cuando me vio con mi lenguita fuera perdió la cabeza y grito “¡basta!” mientras me tomaba en brazos y me pegaba dos palmadas en el poto… Sí, mi abuela me pegó ¡a mí que soy una niña buena! ni siquiera mi mamá me había pegado alguna vez. Yo no lo podía creer, corrí altiro dónde la Conqui a acusarla pero ella estaba metida en el baño y no quise molestarla así que me fui enojada al jardín y ahí me quedé hasta que mi mamá llegó a buscarme, con tan mala pata que justo me pilló haciéndole cariñito a una planta así que no me dio mucha bola cuando supo que la abuela me había pegado…
En la mañana holgazaneé con mi mamá quién después del desayuno volvió a acostarse y se quedó leyendo metida en la cama, cuando se levantó yo me desperezé y luego de un gran bostezo me levanté a ver en que me podía entretener. Pensando en qué hacer, bajé a la cocina a picotear unos crunchi crunchis y descubrí que mi abuela estaba cocinando, así que me quedé con ella para ayudarla… pero no me fue muy bien, resultó ser una vieja malagradecida y egoísta que no me dejó ayudarla. Primero me subí al mesón dónde tenía la lechuga para revisar que estuviera bien lavada, pero cuando ella me vio enseguida empezó con los “¡Melí bájate!”… Injusta la señora porque yo sólo la estaba oliendo la lechuga, ni siquiera me había robado una hojita. Pero bue… igual seguía con ganas de ayudar así que me subí al mesón dónde estaba el pollo; ahí mi colita se empezó a mover ansiosa porque su olor me recordó al de los pajaritos, quise hincarle el diente para asegurarme que estuviera bueno pero cuando estaba a punto de hacerlo empezaron de nuevo los gritos de la viejuja “¡Melí! ¡te voy a acusar con tu mamá!…. ¡Conquiiiii! la Melí se está portando mal” ¡joder! yo solo me quería asegurar que ellas no se envenenaran… Ahí la vieja ni siquiera espero que yo bajara por mis propios medios si no que me tomó en brazos y ¡zas! me dejó de sopetón en el suelo sin ningún miramiento. Mala onda la veterana, pero como está viejita yo me hice la loca e insistí en seguir ayudándola por lo que me subí a la mesa dónde ya tenía los platos y cubiertos puestos, y la ensalada lista; yo me puse a oler y revisar que todo estuviera en orden, incluso traté de probar el choclo para ver si le faltaba sal, pero ahí algo le pasó a mi abuela que cuando me vio con mi lenguita fuera perdió la cabeza y grito “¡basta!” mientras me tomaba en brazos y me pegaba dos palmadas en el poto… Sí, mi abuela me pegó ¡a mí que soy una niña buena! ni siquiera mi mamá me había pegado alguna vez. Yo no lo podía creer, corrí altiro dónde la Conqui a acusarla pero ella estaba metida en el baño y no quise molestarla así que me fui enojada al jardín y ahí me quedé hasta que mi mamá llegó a buscarme, con tan mala pata que justo me pilló haciéndole cariñito a una planta así que no me dio mucha bola cuando supo que la abuela me había pegado…
(Estoy aprendiendo que la vida a veces es injusta)