Hoy no tengo ganas de escribir en mi diario, feliz me declararía en huelga sabiendo que no pasaría nada si lo hago, el único problema es que mi conciencia no me dejaría tranquila porque empezaría con el run run de “Melí, te prometiste que escribirías todos los días durante un año, y hoy no tienes excusa valedera para no hacerlo” y así me pasaría horas de horas escuchando como pelean en mi cabecita el lado bueno que quiere cumplir con el compromiso asumido, con el lado malo que prefiere seguir jugando con la Conqui ¡es que lo paso tan bien con mi mamá! Ahora, por ejemplo, estábamos las dos en el jardín jugando al pillarse: ella camina por el pasto arrastrando un cordelito y yo corro detrás de él para cazarlo. A veces, me escondo detrás de un mecedero y espero a que pase ¡y siempre la sorprendo! Bueno, nunca tanto, es ella la que siempre se hace la sorprendida por mucho que mi colita me delate el 100% de las veces al asomarse por el otro lado del macetero ¡colita traicionera! aún no aprendo a controlarla así que hace lo que ella quiere; por mucho que trate de mantenerla quieta, ella se agita inquieta anticipando la carrera que daré para pillar mi presa (una laucha o un pajarito en sus buenos tiempos, una lagartija cuando tengo suerte por estos días, o cordel jugando con la Conqui la mayoría de las veces).
Hoy tuve suerte, aunque me duró poco: después de almuerzo cazé una lagartija, y justo cuando jugaba de lo más animada con ella mi abuela me descubrió y me la quitó… hasta ahí nada más me llegó la diversión. ¿Y saben qué? parece que lo de ser bruja mi mamá lo heredó de mi abuela, porque la vieja más vieja también sabe hacer rei ki y le hizo a la lagartija lo mismo que la Conqui le hacía a los pajaritos que me quitaba en Puerto Varas: se lo puso entre las manos, le hizo esa magia que ellas saben hacer y ¡zas! a los pocos minutos el bicharraco ya estaba feliz de la vida saltando por la pared. Lo más injusto de todo, es que a mi igual me retaron por jugar con la lagartija ¡vieja exagerada! yo no la maté, a lo más la pinché un par de veces con mis uñitas...
Hoy tuve suerte, aunque me duró poco: después de almuerzo cazé una lagartija, y justo cuando jugaba de lo más animada con ella mi abuela me descubrió y me la quitó… hasta ahí nada más me llegó la diversión. ¿Y saben qué? parece que lo de ser bruja mi mamá lo heredó de mi abuela, porque la vieja más vieja también sabe hacer rei ki y le hizo a la lagartija lo mismo que la Conqui le hacía a los pajaritos que me quitaba en Puerto Varas: se lo puso entre las manos, le hizo esa magia que ellas saben hacer y ¡zas! a los pocos minutos el bicharraco ya estaba feliz de la vida saltando por la pared. Lo más injusto de todo, es que a mi igual me retaron por jugar con la lagartija ¡vieja exagerada! yo no la maté, a lo más la pinché un par de veces con mis uñitas...