Ya van dos días en que no se ve ni un rayito de sol por estos lares, y como sin sol hace frío, las viejas cierran todas las puertas y yo me tengo que quedar adentro de la casa. Si quiero salir al jardín, me abren la puerta pero altiro la cierran y yo no puedo circular a mis aires entrando y saliendo cuando me da la gana, y claro, al final opto porquedarme adentro y pasan las horas y yo me aburro y ya saben lo que pasa cuando un niño se aburre: hace tonteras. Claro que eso de “tonteras” dependerá de la perspectiva de cada uno. Por ejemplo, según yo, hoy me he portado como una princesa, pero mi abuela dice que he hecho leyeras todo el día ¡vieja exagerada!
Todo partió en la mañana cuando la veterana se instaló a hablar por teléfono en el living, y descubrió sobre la mesa un par de hojitas mustias del árbol de jade ¡ni se imaginan el escándalo que armó! Se puso a gritar llamando a la Conqui para acusarme del “crimen” que yo había cometido, y cuando mi pobre madre bajó corriendo las escaleras para ver que cosa tan horrible había pasado, retó a la vieja por exagerada, pero ella insistía con lo de “pobre plantita, es una maldad lo que hizo la Melí, hay que castigarla” y me pescó en brazos para pegarme en el trasero y ahí mi mamá se enojó y quiso sacarme de las manos de mi abuela porque dijo que a mi nadie me pegaba, y empezaron los tirones de un lado a otro y entre las dos viejas casi me parten en dos ¡par de locas! al final, ganó mi abuela y me dio un par de palmadas en el poto. Yo puse mi mejor cara de “me da lo mismo” y me fui muy digna a la cocina con mi cola bien parada ¿qué se habrá creído la veterana? La Conqui me siguió, pero también la ignoré porque todo fue culpa de ella: si hubiera recogido a tiempo las hojitas que me comí mi abuela no se habría enterado de nada.
Después de comerme las hojitas, me entretuve un rato con el papel mural… ¡genial! descubrí que si paso mis uñitas por las paredes hay una alta probabilidad de que se levante algún pedacito, y cuando eso pasa me entretengo mordiéndolo y enganchándolo con mis uñitas y le doy tirones para que se levante ¡es muy entretenido ver como se va despegando de la pared!… lástima que esta entretención tampoco le gustó al par de viejas porque de nuevo me miraron feo, aunque como no me pillaron in fraganti no pudieron decirme nada ¡JA!
La guinda de la torta fue justo antes de almuerzo, de nuevo me tenté con el árbol de jade y de nuevo empezó la escandalera de mi abuela… Ahí la Conqui se puso firme: me pescó en brazos, me llevó al lado del árbol, metió mi nariz entre medio de las hojas mordisqueadas (debo confesar que hay un par bien venidas a menos) y mientras me decía “eso no se hace” me puso un collar rojo con campanita que detesto porque hace ruido y altiro saben por dónde ando. Mi mamá dijo que ese sería mi castigo, y que así escucharía si me acercaba de nuevo a la planta… Por suerte duró poco: se suponía que me lo iba a dejar puesto una hora pero me lo sacó antes. Buena gente la Conqui, en premio a su gentileza después de almuerzo me he portado bien y no he hecho ninguna otra tontera, aunque en cualquier momento las cosas pueden cambiar ¿o no?
Todo partió en la mañana cuando la veterana se instaló a hablar por teléfono en el living, y descubrió sobre la mesa un par de hojitas mustias del árbol de jade ¡ni se imaginan el escándalo que armó! Se puso a gritar llamando a la Conqui para acusarme del “crimen” que yo había cometido, y cuando mi pobre madre bajó corriendo las escaleras para ver que cosa tan horrible había pasado, retó a la vieja por exagerada, pero ella insistía con lo de “pobre plantita, es una maldad lo que hizo la Melí, hay que castigarla” y me pescó en brazos para pegarme en el trasero y ahí mi mamá se enojó y quiso sacarme de las manos de mi abuela porque dijo que a mi nadie me pegaba, y empezaron los tirones de un lado a otro y entre las dos viejas casi me parten en dos ¡par de locas! al final, ganó mi abuela y me dio un par de palmadas en el poto. Yo puse mi mejor cara de “me da lo mismo” y me fui muy digna a la cocina con mi cola bien parada ¿qué se habrá creído la veterana? La Conqui me siguió, pero también la ignoré porque todo fue culpa de ella: si hubiera recogido a tiempo las hojitas que me comí mi abuela no se habría enterado de nada.
Después de comerme las hojitas, me entretuve un rato con el papel mural… ¡genial! descubrí que si paso mis uñitas por las paredes hay una alta probabilidad de que se levante algún pedacito, y cuando eso pasa me entretengo mordiéndolo y enganchándolo con mis uñitas y le doy tirones para que se levante ¡es muy entretenido ver como se va despegando de la pared!… lástima que esta entretención tampoco le gustó al par de viejas porque de nuevo me miraron feo, aunque como no me pillaron in fraganti no pudieron decirme nada ¡JA!
La guinda de la torta fue justo antes de almuerzo, de nuevo me tenté con el árbol de jade y de nuevo empezó la escandalera de mi abuela… Ahí la Conqui se puso firme: me pescó en brazos, me llevó al lado del árbol, metió mi nariz entre medio de las hojas mordisqueadas (debo confesar que hay un par bien venidas a menos) y mientras me decía “eso no se hace” me puso un collar rojo con campanita que detesto porque hace ruido y altiro saben por dónde ando. Mi mamá dijo que ese sería mi castigo, y que así escucharía si me acercaba de nuevo a la planta… Por suerte duró poco: se suponía que me lo iba a dejar puesto una hora pero me lo sacó antes. Buena gente la Conqui, en premio a su gentileza después de almuerzo me he portado bien y no he hecho ninguna otra tontera, aunque en cualquier momento las cosas pueden cambiar ¿o no?