Finalmente mi mamá se puso seria y hoy me ha tenido todo el día a dieta: no conforme con suprimirme el ñam ñam a las horas de comer, dice que me va a quitar los crunchi crunchi para picar durante el día y que sólo podré comer a las horas correspondientes: desayuno, almuerzo, té y comida ¡pero a mi me gusta tener libre acceso! detesto eso de que me anden escondiendo mis galletitas cuando no es hora de comer ¿Qué se creerá? a ella nadie le dice nada cuando se levanta a sacar un caramelo de la bombonera que mi abuela tiene arriba de su cómoda, entonces ¿porque yo no puedo tener libre acceso a mis crunchi crunchis? Lo de hoy me recuerda cuando vivíamos en Puerto Varas, ahí también me restringía la comida y no me daba ñam ñam. Confieso que tanta exquisitez la vine a descubrir aquí en Viña, viviendo con mi abuela porque con mi mamá ¡naranjas de la china! con razón dicen que los padres educan y los abuelos miman, aunque en esta oportunidad parece que tanto mi mamá como mi abuela se pusieron de acuerdo y me pretenden educar, o al menos poner a dieta ¡y yo no quiero estar a dieta! Pero parece que no hay caso, por más que hoy he mirado a la Conqui con mis ojos tiernos primero, enojados después y despectivos por último, no he logrado que de ñam ñam ¡no quiero ni pensar lo que va a ser cuando me restrinja los crunchi crunchis!.
Mi mamá se puso firme con lo de los kilos luego de subirme a la pesa el otro día. Según ella, estar gordita es malo para mi salud, y eso sin hablar de lo torpe que me pongo para subirme a mi árbol o tratar de saltar de un lado a otro. ¿Les cuento lo que me pasó anoche? ¡no le digan a nadie que me da vergüenza! Resulta que me subí a una silla y me apoyé en su respaldo para brincar desde ahí a la cómoda, pero con mi peso desequilibré la silla y se cayó y yo caí detrás de ella y fue de lo más humillante porque se supone que los gatitos somos ágiles y elegantes, y mi caída no fue ágil y ni mucho menos elegante. Me sentí tan mal que corrí a esconderme debajo de la cama de mi mamá, y no salí hasta que mi abuela se metió a la ducha para que no se fuera a reír de mi en caso de que hubiera visto algo.
Dice la Conqui que los gatitos gordos viven menos y se enferman más, dice que tienen muchas más posibilidades de tener diabetes, hipertensión, problemas respiratorios y daños renales, además de debilitarse su sistema inmunitario. También dice que el peso normal de un gato como yo está entre los 3 y 5 kilos, y que por eso es ahora que me debe poner a diera porque estoy justo en el límite; mi mamá no quiere que siga engordando como lo he hecho desde que llegamos a Viña hace tres meses, porque ya he subido un kilo y eso es mucho para mí que no soy tan grande como ella.
No me gusta nada esto de estar a dieta, y menos me gusta saber que aparte de quitarme el ñam ñam van a empezar a racionarme los crunchi crunchi, pero deberé hacerme a la idea que a partir de mañana sólo voy a poder comer a la misma hora que ella y mi abuela, y durante el resto del día deberé olvidarme de comer cuando me de la gana. Sí, lo confieso, soy una tentada y no puedo evitar saborear mis galletitas cuando las veo en mi plato sin importar que tenga hambre o no.