Tuvimos problemas en la mañana, y el motivo se los contaré previo advertirles que si son de estómago delicado, no sigan leyendo porque lo que viene a continuación no es apto para asquientos…
Resulta que hace dos días mi mamá descubrió que yo estaba con la guatita medio mala; lo supo porque me tiraba unos punes bien fétidos, y cuando iba al baño los lulos eran algo blandengues. Como ella me cuida, primero dejó de darme ñam ñam y me tuvo a puro crunchi crunchis, además de revisar mi cantorita cada vez que yo la usaba, y fue así como hoy descubrió que yo de nuevo tenía gusanitos en la guata porque pilló uno largo en un lulo… ¡puaj! . Bue, el asunto es que después de ese “descubrimiento” la Conqui decidió que tenía que darme remedio para los gusanillos, y como yo soy un poquito desobediente para tomarme las pastillas, a ella no se le ocurrió nada mejor que conseguirse una jeringuilla sin aguja, y la llenó con un poquito de agua y las gomitas que me debía tomar, me puso entre sus piernas y con mano firme me abrió mi hocico con una mano mientras con la otra ¡zas! jeringazo con el remedio. Debo decir que yo no me di ni cuenta de lo que estaba pasando, me pilló absolutamente desprevenida y fue todo tan rápido, que ni siquiera alcancé a hacer un fuuu intimidatorio o tirar algún zarpazo defensivo. En un segundo estaba panza al sol y al siguiente hacía cosas con mi lengua para quitarme el gusto amargo del remedio de mi boca, ¿lo bueno? después del jeringazo mi mamá me puso un platito con leche para quitarme el mal sabor y estaba muy rica (siempre es mejor ver el vaso medio lleno).
Después del remedio y la leche, mi mamá se puso a hacer aseo junto con mi abuela porque si hay algo que no varía nunca en esta casa, es el aseo de los días jueves. Cuando mis humanas limpian, yo me entretengo saltando de un lado a otro según quién de ellas esté pasando la aspiradora; hoy por ejemplo, a la Conqui le tocó aspirar el hueco de la escalera, y como la caja con que juego estaba puesta justo al medio, ella la hizo a un lado y la dejó apoyada en las escaleras, y obvio que yo tuve que ir a controlar cómo estaba, y cuando quise meterme a verla por dentro ¡la caja se movió sola! ¿me podrán creer que llegó hasta abajo? dio la curva y todo, nadie la tocó y ¡zas! que apareció en el hall de entrada ¡increíble! Mi mamá no estaba tan sorprendida como yo, es más, se reía como loca, yo no sé qué le habrá encontrado de gracioso, a lo mejor se reía de nervios por no saber que estaba pasando, aunque para hacerse la sabionda delante de mi abuela le dijo “la Melí quiso meterse a la caja, y como estaba inclinada en la escalera la empujó y resbaló hasta abajo” ¿se dan cuenta? siempre culpándome de todo. Se lo perdono porque soy gatita buena y porque sé que en el fondo me quiere ¡mira que jugar con mi caca para saber porqué estoy enfermita! ¡qué asco! a mi no se me ocurriría jugar con sus lulos, vieja loca.