Los humanos pueden ser muy raros ¿que por qué lo digo? simple, a veces no entiendo sus motivos para hacer una u otra cosa. Por ejemplo mi mamá: todas las mañanas desayuno un bowl con avena en vez de comerse un rico ñam ñam. Si su desayuno le gustara tanto como a mi me gusta el mío, entendería que comiera esa cosa medio latiguda con olor a nada y sabor a menos nada, pero sé positivamente que no le gusta porque con cada cucharada que se mete a la boca de ese engrudo, suelta un suspiro y dice “ya falta menos para el domingo”. A veces anda más habladora y me dice “sueño con el desayuno de los domingo, me gusta poder comer algo decente como unos ricos huevos revueltos con tocino, unas deliciosas tostadas y harta mantequilla” (en eso me parezca a ella, a mi también me encanta la mantequilla), acto seguido traga, poner cara de asco y toma un sorbo de café como sacarse el mal gusto.
No sé a ustedes, pero a mi me parece poco inteligente torturarse todas las mañanas con un desayuno que no te gusta por muy “sano” que sea, es como si estuviera pagando manda o vaya a saber uno que otra tontera pasa por su cabeza para torturarse así. ¿La verdad? me parece de tontos no comer cosas ricas cuando puedes hacerlo.
Si yo tuviera dedo pulgar para poder tomar las cosas como los humanos, no dependería de la buena voluntad de mi mamá o de mi abuela para desayunar, y sólo comería huevos revueltos que me encantan (siempre que hace, mi mamá deja un poquito para mí), jamón, queso y muy especialmente pan con palta y mantequilla ¡ñami! rica la palta, y para que decir la mantequilla; cada vez que pillo la mantequillera sola arriba de la mesa, salto a languetearla, y por mucho que mi abuela me ha dado un par de palmadas en el trasero cuando me ha pillado y la Conqui me amenaza con que se me va a llenar la cara de espinillas (ni idea qué será eso), yo lo sigo haciendo. La única forma posible de evitar que yo me coma la mantequilla, es escondiéndola, y para mi desgracia lo han estado haciendo los últimos días, pero es cosa de paciencia: un par de días más y se les olvidará que deben escondérmela y volverán a dejarla arriba de la mesa y yo podré languetearla nuevamente.
Raros los humanos, bien raros; tienen todo para ser felices, pero prefieren torturarse comiendo avena seis días a la semana en vez de unos ricos huevitos revueltos… Como soy gatita linda, y sé que mi mamá le carga eso de la avena, siempre me siento a su lado cuando se la está comiendo y pongo cara de “te ayudo en el dolor”, con tan mala suerte que ella piensa que le estoy pidiendo y ¡zas! que me pone el bowl con avena para que la ayude a terminarlo, y claro, como me da pena verla comiendo esa asquerosidad yo solidarizo con ella y le pego su par de langüeteadas, total, mal no creo que me haga y a lo más me ayudará a bajar mis niveles de colesterol… si es que las gatitas tenemos de eso.
¿Saben qué? ¡por suerte mañana es domingo! toca desayuno rico.