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Sábado de ocio

Confirmado, se echa de menos a la abuela en esta casa: despertar hoy en la mañana fue una lata porque no había nadie a quién ir a saltarle encima de la guata para darle los buenos días, y mucho menos alguien que me agarrara de la cola y me metiera dentro de su cama sin dejarme salir hasta que yo dejase de patalear. Es bien catete la vieja con eso de no dejarme subir a las mesas y otros caprichos del mismo calibre, pero hay que reconocerle que se hace querer: después de mi mamá, ella es mi segunda persona más favorita de este mundo.

Despertar hoy día fue una lata, ninguna emoción fuerte: recién pasadas las 9 de la mañana mi mamá se dignó a abrir un ojo, hacerme cariño, levantarse, ponerse la bata y bajar a darme desayuno ¡ninguna gatita decente toma desayuno después de las 9 de la mañana! eso me pasa por ser buena hija: hoy la dejé dormir todo lo que quiso y en vez de saltar arriba de su guata o ponerme a jugar con mi pelotita en su pieza, me senté tranquila en el marco de la ventana a mirar el amanecer… Merezco un premio por buena conducta.

Después del desayuno subimos a hacer la cama y a jugar un rato, aunque debo decir que hoy mi mamá más que hacer la cama la estiró bien a la rápida ¿Saben qué? parece que cuando mi abuela no está las normas se relajan porque tampoco se bañó, sólo se lavó la cara y los dientes, se peinó y se puso un buzo con esos calcetines chilotes que jamás se saca ¡cochina! Y eso no es todo, a la hora de almuerzo ¡se comió las lentejas directo desde la olla!; lamentablemente no me gustan mucho pero cuando ella terminó de comer y me pasó la olla para que la langueteara, igual lo hice para solidarizar con ella en la rebelión de los buenos modales. De haber estado la veterana, se le habría caído el pelo.

Pero no todo fue hacer maldades hoy día porque después de las lentejas estuvimos jardineando un poco; mi mamá sacó una máquina que hace un ruido infernal y cortó el pastó –o al menos trató– mientras yo corría a esconderme para que no me fueran a cortar la colita por error. Cuando terminó con eso del ruido, volví al jardín y vigilé que dejara todo el pasto y las malezas bien recogidas; cuando veía que quedaba alguna hierba un poco más larga de lo debido, me sentaba al lado de ella y movía mi colita bien rápido para la Conqui la viera y llegara a cortarla ¿ven que soy buena ayudante? Dejamos lindo el jardín y lo de cortar el pasto y ser gatita ayudadora trajo su premio porque en la tarde, cuando acompañé a mi mamá a tomarse el café ¡vimos el jardín lleno de pajaritos! Según ella debe haber sido porque con la cortada de pasto salieron bichitos y cayeron semillitas, y esos son cosas que le gusta comer a los pajaritos y por eso llegaron tantos. Como mi abuela no estaba y yo me había portado bien, mi mamá me dejó salir al jardín para jugar con ellos ¡solita!, el único problema es que había tanto pajarito que no pude decidirme por ninguno y justo cuando elegido uno ¡zas! salieron todos volando y yo me quedé rechinando los dientes sin nada entre ellos… a ver si mañana tengo más suerte.

 
(Parece que los pajaritos sirven para algo más que comérselos)

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