Ir al contenido principal

Humillación total

¡¿Hasta cuando la Conqui me va a seguir tratando como guagua?! Lo que me hizo hoy día fue humillante….

Después de almuerzo ella se puso a podar mi sauce para dejarlo lindo. Todo bien con eso, incluso podría decir que muy bien porque mientras ella trabajaba y yo la vigilaba por si se caía de la escalera, me contaba que la abuela había conocido a la mamá de la gata tricolor que viene a molestarme. Me dijo que la gata se llama Pelusa, vive en la casa 28, tiene tres hermanos humanos y un hermano perro que le muerde la cola y la da vueltas; también me contó que hay un gato negro que quiere pololear con ella, pero que su mamá no la deja.

Estuvimos intercambiando chismes del barrio un largo rato, aunque siendo sincera debo confesar que exagero un poco con eso de “intercambiando”, porque más bien fue monólogo de mi mamá que se lo habló todo, yo me limité a soltar un par de ñauuus suaves, así como para que se diera cuenta que la estaba oyendo atentamente ¡no hay nada más entretenido que chismear sobre los vecinos!

Cuando la Conqui terminó de apodar mi árbol, yo me trepé por él para revisar que hubiera quedado todo bien, y cuando ya estaba arriba salté al muro y me fui a ver si me encontraba con la Pelusa para decirle que ahora sí podíamos ser amigas; quería contarle que mi abuela había conocido a su mamá en la junta de vecinos y así se había enterado que vivíamos cerca, y que ella no era la gata malacatosa ni traficante que yo había imaginado.

Mientras yo buscaba a la gata tricolor, mi mamá siguió en el jardín recogiendo hojitas y cada tanto me llamaba “Melí, ¿dónde andas?” pero todo bien, no era en plan enojado ni preocupado, si no que más bien pendiente de yo no hiciera ninguna tontera. Iba todo bien con ella hasta que escuchó una tremenda batahola de “¡Fuuuuuu! Grrrrrrrr ¡Miauuuuu! fuuuuuu” y todos esos ruidos que hacemos los gatitos cuando cuando discutimos. Ahí, mi mamá soltó el rastrillo y salió corriendo como loca calle arriba buscándome, y fue cuando vino mi humillación: primero vio la cola de la Pelusa en lo alto de la escalera de su casa, ella se giró y vio a mi mamá. Se miraron a los ojos unos segundos, mi mamá empezó a subir y la tricolor a bajar, se cruzaron a mitad de camino y se ignoraron. Mi mamá llegó al descanso de la escalera, me buscó pero no me encontró, se giro y vio a la Pelusa sentada al pie de la escalera con cara de “¿se te perdió algo?”; mi mamá se volvió a ver si me en una segunda mirada me encontraba ahí y me descubrió: yo estaba en un rincón, detrás de un balón de gas… De sólo recordar lo que vino a continuación hace rechinar mis dientes de rabia, vergüenza, impotencia, humillación…

La Conqui me tomó en brazos y empezó a decirme cosas tipo “mi guagua preciosa que la asustaron, venga conmigo que la llevo para la casa”, “gata mala ¿cómo se te ocurre pegarle a la Melí? ¿no ves que es chica?”…

¿¡Me pueden creer que la tarada de mi mamá pensó que me estaba escondiendo de la tricolor!? ¿qué se habrá creído? ¿cómo se le ocurre que yo me voy a esconder? Si yo estaba en un rincón era porque estaba aclarando las cosas con la Pelusa; los “¡Fuuuuuu! Grrrrrrrr ¡Miauuuuu! fuuuuuu” que ella escuchó no fueron míos porque alguien me hubiera pegado, si no que de la tricolor sorprendida al verme en la puerta de su casa. Vieja gagá ¿¡yo escondida?! ¡jamás! ni que yo fuera una miedosa cobarde. Grrrrrrrr de verdad que le habría hecho fuuuu a mi mamá, pero me sentí tan humillada, tan ridícula, que preferí quedarme callada para pasar lo más desapercibida posible cuando pasamos al lado de la Pelusa, pero nada me salvó de su mirada llena de sardónico desprecio: estaba claro quién mandaba ahí, y no era yo.

Entradas populares de este blog

"Ser animado racional, Varón o mujer"

Ayer me dijeron que yo nunca mencionaba a los hombres y que siempre hablaba de mi mamá, mi abuela, mi tía y mis primas, todas mujeres. También me dijeron que lo más cercano que yo había estado de hablar de algún espécimen de sexo masculino, había sido cuando comentaba las tonteras que hacía el Manchi. Al principio como que me dio lo mismo la pregunta porque no entendí de qué me estaban hablando, pero igual me quedó dando vueltas y pensando en todos los humanos que conozco y con los cuales he convivido en mayor o menor grado, me di cuenta que no conozco a ningún hombre; es decir, tengo una idea de como son porque he visto algunos a la pasada, como los señores que le ponían bencina al auto con una manguerita cuando nos vinimos con mi mamá del sur o el caballero que cortaba el pasto en la casa, pero eso sería todo. Como siempre que algo despierta mi curiosidad, le pregunté a mi mamá sobre el tema pero parece que no me entendió porque se quedó muda, aunque confieso que me tinca prefirió ha

Maniobra de Heimlich

Lo confieso: he estado ociosa los últimos días, pero tengo una excusa muy buena, y es que… naaaaa, no tengo excusa posible; me podría inventar alguna, pero si algo me ha enseñado mi mamá es que mentir es malo y que uno siempre debe asumir la consecuencia de sus actos, sobre todo cuando ha metido la pata, y ella sí que sabe de meter la pata ¡si yo les contara! ¿Saben cuál fue la última? ¡Ponerle demasiado peperoncciono a la carbonada! Vieran como tosía mi abuela cuando la probó por primera vez… ¡Cof! ¡Cof! ¡Cof! hacía la pobre vieja mientras los ojitos se le ponían brillantes tratando de retar a mi mamá por lo picante de la comida. Cómo sería el escándalo que yo estaba en el cerro e igual escuché todo el barullo y volví corriendo a la casa para ver que estaba pasando y si podía ayudar en algo, no sé, tal vez haciéndole la maniobra de Heimlich a la veterana ¡y no se rían! es tan flaquita la señora que estoy segura que si agarro vuelo y salto sobre sus pulmones, cualquier cosa que estuvi

Hoy aprendí una palabra nueva

¡Ayer en la tarde quedó la cagada! El Manchi se fue de reto bien retado. Resulta que la Conqui tenía un frasco con un mix de las flores de Bach que mi abuela le había preparado (parece que la vieja es medio bruja), y al tarado del Manchi le dio por jugar con la brujería esa. La Conqui le dijo dos veces “no”, a la tercera escondió el envase dentro de uno de los tazones del café que tiene colgando en la cocina, y el tarado del flacuchento ese, de alguna forma pilló las gotitas, sacó el frasco con su mano y ¡crash! en viaje directo al suelo… Empezaron los gritos ¡y qué gritos! ¡y que palabras! Hubo varias que busqué en el diccionario, pero la única que pillé fue “huevón” , y eso se lo dijo más de una vez antes de agarrarlo del pellejo, tirarlo para el jardín, y cerrar la puerta tan fuerte que los vidrios temblaron. Yo me asusté al menos los primeros 3 minutos, después me dio risa ver al Manchi en apuros… ¡una vez más! Según la Conqui que la luna le debe afectar el carácter, y como ayer fu