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Mi árbol, mi jardín ¡mi territorio!

Hoy me tocó defender mi territorio, mi árbol, mi reino. Resulta que la gata tricolor, conocida en su casa como Pelusa, pretendió venir a meterse a mi jardín, quiso bajar por mi árbol y vaya a saber uno qué otras intenciones tenía ¿comerse mis crunchi crunchis tal vez? probablemente. Como ustedes comprenderán, esa era una situación que yo no podía ignorar y a la que debía poner atajo de una sola vez; cualquier dilación habría sido dar pie a una repetición de los hechos y eso era algo que no podía permitir por ningún motivo.

De las cosas que he aprendido con mi mamá es  que mejor una vez colorada que cien amarillas, lo que para los efectos prácticos quiere decir que si uno tiene algún problema es mejor solucionarlo de una buena vez que de a poco en varias veces, así que salí rápidamente sauce arriba y con un FUUUU contundente hice que a la gata invasora se le erizaran todos su pelitos tricolores y saliera corriendo árbol arriba de vuelta al muro. Ya con esa acción las cosas quedaron claras, pero aún así me instalé en una rama a mitad de camino entre lo alto del muro y el suelo para asegurarme que no tuviera la majadera idea de querer volver a tratar de invadir mi territorio; sabia decisión, no habían pasado ni 5 minutos cuando nuevamente hizo amago de descender por mi árbol, a lo que yo respondí con un nuevo fuuuuu a la vez que subía a una rama más alta con la firme intención de usar mis uñas en caso de ser necesario. La gata invasora retrocedió lentamente, con sus orejas pegadas a la cabeza y mostrándome los dientes, estaba claro que tenía ganas de pelear, pero yo recordé otro consejo de mi mamá y la ignoré. Fue tanto lo que la ignoré, que me instalé cómodamente en una  rama a acicalar mi cola como si tuviera todo el tiempo del mundo; eso sí, con un ojo vigilaba sus movimientos ¿y saben qué? ignorarla fue la mejor decisión: no pasaron ni 10 minutos que se aburrió de que yo no le diera bola y se fue ¡el árbol era mío! 

Cuando mi mamá me ve con ganas de pelear con mi abuela o algún perrito de los que han venido de visita, siempre me dice “Melí, no seas peleadora, peleando sólo pierdes; si quieres ganar, mejor ignora, hazte la loca, la ciega, la sorda”. Según ella, ignorar a una persona o un animalito es matarlo, porque si lo ignoro es como si no existiera y si no existe es como si estuviera muerto, y lo que está muerto no nos puede hacer daño. Y algo de cierto debe haber porque en la naturaleza hay muchos animalitos que se hacen los muertos cuando se sienten amenazados por otros más grandes que ellos. Sin ir más lejos, mi pariente el león no come nada que no haya “cazado”, que haya pillado él corriendo. Los que comen muertos son los animales que se conocen como “carroñeros” –la hiena es uno de ellos, por ejemplo– y no es por ser copuchenta, pero a esos nadie los quiere mucho, como que es mal visto lo de ser carroñero ¡wacala! a mi tampoco me gusta comer pajaritos o ratoncitos muertos, me gusta la carne fresca… Ahora que lo pienso ¿los humanos son carroñeros? digo, ellos no cazan lo que se comen… tal vez por eso se tiran unos punces tan hediondos ¿qué como lo sé? Mejor no pregunten...

(En el círculo, gatita invasora)

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