Definitivamente la Conqui cuando quiere ser injusta, es muy injusta ¿me podrán creer que hoy me dio un baño antipulgas siendo que es ella la pulguienta? ¡Sí! así como lo leen.
Resulta que ya eran varios días en que yo me rascaba y me rascaba mis orejitas, la panza, mi cuello, y así suma y sigue con cada rincón de mi cuerpo. Mi abuela me veía y decía “Conqui la Melí tiene pulgas”, y mi mamá se hacía la sorda o a lo más le respondía “no puede ser, ella jamás ha tenido pulgas”, y es verdad, yo jamás he tenido –o había tenido al menos hasta ahora– pulgas, pero algo pasó estás últimas semanas que eso cambió. En un principio pensé que las pulgas eran herencia de la difunta Carlota, algo así como un recordatorio de que estos son sus dominios y la Conqui y yo unas meras allegadas… Como sea, terminé convencida de que yo tenía pulgas y lo que es peor, me remordía la conciencia ver a mi mamá rascándose a la par que yo –sobre todo en las noches– porque me sentía responsable de sus pulgas: según la teoría de mis humanas, al morir la Carlota sus pulgas murieron con ella pero dejaron larvas que permanecieron en estado latente hasta que llegó una nueva inquilina (léase yo) y las hizo despertar y revivir con su sangre (ni que fueron vampiros las tipejas esas). El asunto es que entre mi mamá y mi abuela me convencieron que yo era la causante del “despertar” de las chupasangre esas por mucho que nadie hubiera pillado jamás una pulga sobre mi.
Pero todo se descubre en esta vida, y como dice el refrán, se pilla antes a un mentiroso que a un cojo, y eso fue lo que pasó anoche: ya estaba acostada con mi mamá, las dos iniciando nuestra sesión de rasquidos nocturnos cuando de repente ella sintió que algo caminaba por la mano con que me estaba acariciando ¿saben qué era? ¡una pulga! ¡ella era la pulguienta y no yo! Ahí estaba la evidencia: la pulga caminaba sobre su mano y no sobre mi lomo… Ni se imaginan la cara de desprecio con que la miré por tener la desfachatez de achacarme a mi la responsabilidad de las pulgas ¡descarada! Como soy gatita linda, al cabo de un rato la perdoné y me acomodé en el hueco de su brazo dándole a entender que la perdonaba; ingenuamente yo pensé que a la mañana siguiente se disculparía conmigo y le diría a mi abuela que la pulguiente era ella y no yo, pero me equivoqué rotundamente: cuando despertó le contó a mi abuela que “la Melí me pegó las pulgas así que voy a comprar algún pulguicida para ella y vuelvo” Yo no podía creer que mi mamá pudiera hacer tal tergiversación de la realidad, con tal de no reconocer que era una vieja pulguienta ¡fresca! Ahí quedó en evidencia toda su “deformación” periodística y la razón por la que yo no miro noticias ni leo diarios: siempre acomodan los hechos como mejor les convenga… vieja mentirosa, mira que decir que yo le pegué las pulgas….
¿Final de mi historia? Cuando la Conqui volvió de su “compra”, se puso un delantal, me tomó en brazos, me llevó al lavadero, me dejó sobre la mesa y mientras con una mano me sujetaba firmemente, con la otra me rociaba un spray fétido que sobajeó por toda mi piel durante un buen rato ¡una tortura! Quedé empapada en un líquido pegote y sin posibilidad de lamerme porque ahí estaba ella vigilándome para que no lo hiciera, y lo peor es que cuando se pone en plan mandón, no hay fuuuu que la asuste así que tuve cero posibilidad de escapar…. Un desastre mi mañana de lunes, un verdadero desastre.
El resto del día me dediqué a dormitar en un rincón y mirar a mi mamá con cara de “¿qué hice yo para merecer esto?”, y algo debe haberle remordido la conciencia porque ha estado pendiente de mí todo el rato. Como será mi impresión por lo ocurrido, que después del “baño” no me he vuelto a rascar, seguro que el trauma hizo que se me pasaran todas las neuras que me producían picazón.