Hoy tenía pensado contarles algunas de las razones de porqué me gusta el otoño, pero eso era lo que tenía en mente esta mañana cuando me desperté sin saber lo que el día me traería, y lo que el día me trajo fue un ratón peludo que ladraba como perro ¡que pretendió jugar conmigo! ¿Lo pueden creer?
Fue después de almuerzo, yo ya me había comido mi ñam ñam así que decidí salir a pasear a mi cerro mientras mi mamá lavaba los platos y mi abuela cuchareaba su helado (por cierto, no entiendo como a los humanos les puede gustar algo tan frío brrrrr de sólo recordar la vez que lo probé mis bigotes tiritan), en eso estaba cuando escuché que alguien llegaba a la casa, sentí como empezaban a trastear en mi bodega y se abría la puerta del patio, así que rápidamente bajé por mi árbol de vuelta para ver qué estaba pasando: era la vecina que venía a buscar unas tablas que mi abuela le había regalado. Yo me presenté como buena gatita educada que soy, ella me hizo cariño y dijo que era muy linda… ¡claro que soy linda! Y para que me encontrara más linda me puse pancita arriba dando una voltereta lateral, ante lo que no tuvo otra opción de rendirse ante mí: no hay nada más adorable que una gatita en plan conquistador.
En eso estaba, recibiendo pleitesía de mi nueva súbdita, cuando de la nada apareció una tromba de pelos algo más grande que un ratón ¡que ladraba como perro! En mi vida había visto algo igual. Lo confieso, quedé tan sorprendida que antes de decir miau ya estaba corriendo por el jardín tratando de escapar de ese estropajo con patas que pretendía jugar conmigo… Helloooo!!! A las gatitas no nos gusta que nos acosen ¡y menos cuando es de improviso! Más respeto coño. No saben lo cerca que estuve de darme vuelta y tirarle un par de mandobles con mis zarpas afiladas; tuve ganas de saltar sobre el estropajo, plancharlo en el suelo e hincar mis colmillos en su cuello, pero mi mamá me ha enseñado que no debo abusar de mis garras con los más débiles, además que meterme tanto pelo en la boca me dio como asquito (prefiero las plumas) así que rápidamente decidí subir corriendo a mi árbol para, sentada en una rama, observar desde allí a esa cosa ruidosa que ladraba a los pies de mi sauce ¡hay que ver como se puso! Lo que tenía de chica, lo tenía de ruidosa y con sus gritos compensaba lo que le faltaba en tamaño; “¡guau! ¡guau! ¡guau!” corriendo de un lado para otro en el jardín mientras mi mamá me advertía al pie del árbol “Melí, no vayas a pegarle”. Vamos, toda una escena.
Les resumo el cuento: el estropajo con pelos resultó ser una perrita yorkshire que se llama Shamu y es “hija” de la vecina que vino a buscar los palos, y claro, la quiltra no aguantó que su mamá encontrara linda a alguien que no fuera ella y por eso llegó corriendo a mi jardín sin pedirle permiso a nadie para entrar ¡perra maleducada!… ¡Shamu! ¿A quién se le ocurre ponerle el nombre de una orca a esa cagada chica? ¡Los hay originales! Parece que voy a tener que enseñarles modales a Shamu igual que le enseñé a la Mila, la rubia ya aprendió que soy yo la que manda y que nadie puede perseguirme sin mi permiso porque mis largas uñas no son de adorno precisamente ¿cierto prima?