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¡La colita es mia!

¡Jo! Menudo día ¿saben como lo empecé? ¡Con mi abuela cazándome la colita en la puerta! ¿Lo pueden creer? Vieja pajarona, eso le pasa por andar siempre apurada, corriendo de un lado a otro con la boca abierta en vez de atender mis necesidades cómo se debe. Espérate no más que pille sólo el chaleco que está tejiendo ¡uno a uno le voy a sacar los puntos con mis uñitas!

En la mañana partimos bien. Como siempre, desperté a mi abuela saltando arriba de su guata para que se levantara a darme mis crunchi crunchis, y funcionó. El problema vino después del desayuno, cuando subimos a hacer su cama y yo quise salir a la terraza, pero apenas asomé la nariz me dio frío y preferí entrarme, y claro, abre puerta, cierra puerta, abre puerta y ¡zas! En el siguiente cierra puerta la viejuja pilló mi colita. Confieso que fue despacio, ni siquiera me dio para hacer un miau lastimero, pero al ver su cara compungida decidí sacarle partido a la situación, por lo que puse mi mejor cara de drama y partí dónde mi mamá para acusar a la veterana. No hice falta que yo dijera nada, porque la señora se echó al agua sola y le contó a la Conqui que “sin querer” me había pillado la cola con la puerta… fue gracioso ver a la vieja arrastrándose para que la disculpara, y lo de arrastrándose es literal porque se puso en cuatro patas para hacerme cariño mientras yo, muy digna, lamía mi colita como si me doliera… 

Igual quedé picada y sigo picada, así que no pienso escribir más, mejor me voy a ver si pillo al chaleco solo y le devuelvo la mano a la vieja… ¡esto es guerra!


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