Hoy he flojeado todo el día; debe ser que después de la visita de ayer quedé cansada; primera vez que estaba con tantas personas juntas. Yo estaba acostumbrada a pasar el día con la Conqui y el Manchi y después que nos vinimos a Viña cambiamos al Manchi por la abuela pero seguíamos siendo tres (con la Conqui y yo de plato principal), pero con la visita de ayer se duplicó la cantidad de humanos con los que debí tratar, y claro, me cansé de sociabilizar con tanta gente que no conocía.
A las gatitas lindas nos cuesta relacionarnos con quienes no conocemos, y los humanos tienen la mala costumbre de pretender ser tus amigos enseguida, sin siquiera darse el tiempo de olerse ¡muy locos! Yo no conozco ningún gatito o perrito que confíe en otro sin olerse la cola primero que más no sea, y no entiendo como los humanos pretenden que uno confíe en ellos sin siquiera haber olido una sóla vez mi colita. Eso me pasó con mi tía gritona: esperaba que yo la quisiera altiro, pero por muy buena gente que haya sido al traerme regalos (hoy me comí una bolsa de los ñam ñam que me trajo y estaban deliciosos) no olió mi colita y tampoco yo olí la de ella, pero tal vez la próxima vez que nos veamos yo pueda olérsela –y ella la mía– y así empezar a confiar en ella a pesar de sus gritos…
Después de almuerzo con la Conqui dormí siesta, me puso en el hueco de su brazo y por primera vez me quedé ahí tranquila sin moverme y parece que le gustó porque al poco rato ella también se durmió y nos despertamos cuando mi abuela vino a decirnos que se iba a pasear; nosotras abrimos un ojo y lo cerramos enseguida para seguir durmiendo.
Parece que en las ciudades grandes los domingos son los días de siesta, y las siestas son los días que marcan el fin de una semana y el inicio de otra; eso lo sé porque la Conqui me explicó que una semana tiene siete días y justo hace siete días también dormimos siesta y parece que también fue domingo ¿porque le dirán domingo? deberían llamarlo día de “siesta y regaloneo”, harto más lindo el nombre.
Después de almuerzo jugamos un rato en el jardín con mi mamá, traté de cazar una lagartija y pillar una mariposa, perseguí la correa un rato e hice amago de subirme a mi árbol un par de veces sólo por molestar a la Conqui que me estaba vigilando. Y digo “Mí” árbol porque ya no es más “el” árbol, ahora es mío porque yo soy la única que se trepa por él… ¡qué lindo tener árbol propio! todos los gatitos deberían tener uno. Voy a mandarle una carta al presidente para que saque una ley dónde todos los gatitos tenga su propio árbol, seguro que la aprobarían altiro...
A las gatitas lindas nos cuesta relacionarnos con quienes no conocemos, y los humanos tienen la mala costumbre de pretender ser tus amigos enseguida, sin siquiera darse el tiempo de olerse ¡muy locos! Yo no conozco ningún gatito o perrito que confíe en otro sin olerse la cola primero que más no sea, y no entiendo como los humanos pretenden que uno confíe en ellos sin siquiera haber olido una sóla vez mi colita. Eso me pasó con mi tía gritona: esperaba que yo la quisiera altiro, pero por muy buena gente que haya sido al traerme regalos (hoy me comí una bolsa de los ñam ñam que me trajo y estaban deliciosos) no olió mi colita y tampoco yo olí la de ella, pero tal vez la próxima vez que nos veamos yo pueda olérsela –y ella la mía– y así empezar a confiar en ella a pesar de sus gritos…
Después de almuerzo con la Conqui dormí siesta, me puso en el hueco de su brazo y por primera vez me quedé ahí tranquila sin moverme y parece que le gustó porque al poco rato ella también se durmió y nos despertamos cuando mi abuela vino a decirnos que se iba a pasear; nosotras abrimos un ojo y lo cerramos enseguida para seguir durmiendo.
Parece que en las ciudades grandes los domingos son los días de siesta, y las siestas son los días que marcan el fin de una semana y el inicio de otra; eso lo sé porque la Conqui me explicó que una semana tiene siete días y justo hace siete días también dormimos siesta y parece que también fue domingo ¿porque le dirán domingo? deberían llamarlo día de “siesta y regaloneo”, harto más lindo el nombre.
Después de almuerzo jugamos un rato en el jardín con mi mamá, traté de cazar una lagartija y pillar una mariposa, perseguí la correa un rato e hice amago de subirme a mi árbol un par de veces sólo por molestar a la Conqui que me estaba vigilando. Y digo “Mí” árbol porque ya no es más “el” árbol, ahora es mío porque yo soy la única que se trepa por él… ¡qué lindo tener árbol propio! todos los gatitos deberían tener uno. Voy a mandarle una carta al presidente para que saque una ley dónde todos los gatitos tenga su propio árbol, seguro que la aprobarían altiro...
(Desde mi puesto de vigilancia en la terraza de mi abuela)