Aquí hay unos pajaritos que por lo grandes deberían llamarse pajarotes, pero que según la Conqui son palomas. En Puerto Varas no habían de esos así que recién ayer las conocí (las había visto el miércoles cuando llegamos, pero estaba tan cansada con el viaje que no les presté atención).
Las palomas son grises color ciudad, con algunas plumas más oscuras y otras más claras; de porte deben ser unas 5 veces más grandes que los gorriones que tanto me gustan a mí, y además son muy ruidosas: meten bulla cuando se paran en la canaleta del agua, meten bulla cuando camina por el techo de la casa o en el muro del jardín, y aparte del ruido que hacen al moverse ¡se ponen a conversar entre ellos haciendo bruuuu bruuuu! (arrullo dice la Conqui se que se llama ese ruido) y eso me enoja porque yo no hablo “paloma” y no me entero nada de lo que dicen. Yo las miro desde el suelo, y muevo mi colita de una lado para otro y los dientes me empiezan a chirriar de pura ansiedad de imaginarme con la boca llena de paloma… ¡slurp! ¡me da un hambre!… aunque con tanta pluma deben ser medias complicadas de mascar. Apenas siento el ruido que ellas hacen, levanto la vista y busco por todas partes hasta encontrar dónde están, ahí me quedo clavada en el suelo observando lo que hacen y lista para saltarle encima a la primera que se atreva a poner una pata en mi jardín, pero por ahora no ha llegado ni una. Creo que sería una buena idea pedirle a la Conqui que les tire miguitas de pan a ver si por ahí pican, y cuando ellas bajen a comer yo ¡zas! que saltó sobre ellas. Me tinca que en esa maldad mi mamá sí me va a querer ayudar porque ayer, cuando las mirábamos y me decía que se llamaban palomas, me dijo que le cargaban porque eran sucias, andaban siempre apatotadas y se hacían caca en cualquier lado. Si la Conqui no me quiere ayudar con lo de las miguitas, yo podría sacar algunos de mis crunchi crunchis al jardín y esperar a que bajen a comérselos… pero no sé si quiero compartir mi comidita con las palomas; mejor voy a pensar bien cómo pillar alguna paloma, al menos para jugar un rato con ella, después la puedo dejar irse y así le cuenta a todas las palomas del barrio que llegó una gatita nueva a la vecindad.
Las palomas son grises color ciudad, con algunas plumas más oscuras y otras más claras; de porte deben ser unas 5 veces más grandes que los gorriones que tanto me gustan a mí, y además son muy ruidosas: meten bulla cuando se paran en la canaleta del agua, meten bulla cuando camina por el techo de la casa o en el muro del jardín, y aparte del ruido que hacen al moverse ¡se ponen a conversar entre ellos haciendo bruuuu bruuuu! (arrullo dice la Conqui se que se llama ese ruido) y eso me enoja porque yo no hablo “paloma” y no me entero nada de lo que dicen. Yo las miro desde el suelo, y muevo mi colita de una lado para otro y los dientes me empiezan a chirriar de pura ansiedad de imaginarme con la boca llena de paloma… ¡slurp! ¡me da un hambre!… aunque con tanta pluma deben ser medias complicadas de mascar. Apenas siento el ruido que ellas hacen, levanto la vista y busco por todas partes hasta encontrar dónde están, ahí me quedo clavada en el suelo observando lo que hacen y lista para saltarle encima a la primera que se atreva a poner una pata en mi jardín, pero por ahora no ha llegado ni una. Creo que sería una buena idea pedirle a la Conqui que les tire miguitas de pan a ver si por ahí pican, y cuando ellas bajen a comer yo ¡zas! que saltó sobre ellas. Me tinca que en esa maldad mi mamá sí me va a querer ayudar porque ayer, cuando las mirábamos y me decía que se llamaban palomas, me dijo que le cargaban porque eran sucias, andaban siempre apatotadas y se hacían caca en cualquier lado. Si la Conqui no me quiere ayudar con lo de las miguitas, yo podría sacar algunos de mis crunchi crunchis al jardín y esperar a que bajen a comérselos… pero no sé si quiero compartir mi comidita con las palomas; mejor voy a pensar bien cómo pillar alguna paloma, al menos para jugar un rato con ella, después la puedo dejar irse y así le cuenta a todas las palomas del barrio que llegó una gatita nueva a la vecindad.
(Esa es mi cara de "ya te voy a pillar paloma")