Como lo prometido es deuda, y yo soy una gatita que cumple lo que ofrece, hoy terminaré de contar sobre mi llegada a Viña del Mar y el encuentro con mi abuela.
Cuando llegamos a la casa, la Conqui estacionó el auto, me puso mi correa con florcitas y nos bajamos del auto a tocar el timbre. Yo me senté al lado de mi mamá y esperé a que se abriera la puerta… La verdad que no sabía que esperar, por mucho que trataba de imaginarme eso de la “abuela” no lograba hacerme una idea de con qué me iba a encontrar… La puerta se abrió y apareció una señora de pelito corto y color parecido al mío, más baja que la Conqui y flaca ¡flaca! de flaquead absoluta, tan flaca que si se come un ratoncito me tinca que se le notarían las orejitas en su guata. De cara, mi abuela se parece un poco a mi mamá pero con arruguitas, y tiene unos ojos verdes que altiro me miraron con cara de que me iba a querer, y me tinca que va a ser así porque nos hizo entrar a la casa y lo primero que hizo fue ponerme un plato lleno de crunchi crunchis ¡y otro con ñam ñam! nunca había visto tanta comidita sólo para mi. Me está gustando esto de vivir en Viña, sobre todo porque antes era una humana para dos gatos y ahora son dos humanas para una gata… ¿qué mejor?
La casa es tan, pero tan elegante, que ahora tengo dos cantoritas en vez de una!!!! tengo la mía de siempre, y la que mi abuela me tenía preparada y que es una caja de arena harto más grande que la que me compró la Conqui. Dejamos una cantora arriba en el baño que comparto con ella y la otra abajo en la pieza del lavado ¡un lujo! ¿cuantos gatitos habrá que tengan dos baños?
La casa tiene dos pisos, uno arriba y otro abajo; yo nunca había estado en una casa así y tampoco conocía las escaleras que se usan para ir de un piso a otro y también sirven para vigilar desde arriba lo que pasa abajo. Lo único medio fome es que si estoy arriba jugando con mi pelotita, se me puede ir para abajo por la escalera y tengo que bajar a buscarla… a no ser que le enseñe a la Conqui a traérmela ¡esa es una buena idea! En el segundo piso hay una cosa que se llaman terrazas y que son un añadido de la casa que se usan para tomar aire fresco y ver que pasa afuera como si uno estuviera volando. La terraza tiene una puerta de vidrio que se corre y uno entra y sale por ahí. Es entretenido sentarse a ver las cosas que pasan en la calle desde arriba, sobre todo ahora que aún no conozco bien el barrio; desde la terraza controlo todo y sin peligro de que salga algún perrito de sorpresa. Hay hartos perritos en el barrio, así que la Conqui me tiene prohibido salir a la calle, al menos por ahora que aún no conozco bien el teje y maneje de mi nuevo entorno.
La casa tiene un jardín con arbolitos, helechos, hortensias y otras flores. Si no fuera porque tiene límites sería perfecto para mí, pero como yo soy gatita no me gusta eso de los límites, nadie me dice hasta dónde puedo llegar, soy yo la que decide… por ahora decidí que quiero llegar justo justo, hasta el muro que limita el jardín, pero no garantizo que eso se vaya a mantener para siempre, me tinca que algún día voy a querer ir a ver que hay más allá, aunque debo tener cuidado porque a uno de los lados hay un perrito que ladra bien ronco así que me tinca que debe ser grande y puede morder fuerte.
Estos días me he dedicado a oler toda la casa y por todas partes huele a otra gatita que no soy yo: debe ser la Carlota, una Doña Gata de tres colores muy guapa que vivió muchos años con mi abuela y murió de viejita hace poco… ojalá que no le importe que yo esté viviendo en su casa. Aunque no la conocí, la quiero igual porque cuando la abuela y la Conqui hablan de ella sólo dicen cosas buenas así que debe haber sido muy MUY especial: yo voy a tratar de ser una buena discípula...
Cuando llegamos a la casa, la Conqui estacionó el auto, me puso mi correa con florcitas y nos bajamos del auto a tocar el timbre. Yo me senté al lado de mi mamá y esperé a que se abriera la puerta… La verdad que no sabía que esperar, por mucho que trataba de imaginarme eso de la “abuela” no lograba hacerme una idea de con qué me iba a encontrar… La puerta se abrió y apareció una señora de pelito corto y color parecido al mío, más baja que la Conqui y flaca ¡flaca! de flaquead absoluta, tan flaca que si se come un ratoncito me tinca que se le notarían las orejitas en su guata. De cara, mi abuela se parece un poco a mi mamá pero con arruguitas, y tiene unos ojos verdes que altiro me miraron con cara de que me iba a querer, y me tinca que va a ser así porque nos hizo entrar a la casa y lo primero que hizo fue ponerme un plato lleno de crunchi crunchis ¡y otro con ñam ñam! nunca había visto tanta comidita sólo para mi. Me está gustando esto de vivir en Viña, sobre todo porque antes era una humana para dos gatos y ahora son dos humanas para una gata… ¿qué mejor?
La casa es tan, pero tan elegante, que ahora tengo dos cantoritas en vez de una!!!! tengo la mía de siempre, y la que mi abuela me tenía preparada y que es una caja de arena harto más grande que la que me compró la Conqui. Dejamos una cantora arriba en el baño que comparto con ella y la otra abajo en la pieza del lavado ¡un lujo! ¿cuantos gatitos habrá que tengan dos baños?
La casa tiene dos pisos, uno arriba y otro abajo; yo nunca había estado en una casa así y tampoco conocía las escaleras que se usan para ir de un piso a otro y también sirven para vigilar desde arriba lo que pasa abajo. Lo único medio fome es que si estoy arriba jugando con mi pelotita, se me puede ir para abajo por la escalera y tengo que bajar a buscarla… a no ser que le enseñe a la Conqui a traérmela ¡esa es una buena idea! En el segundo piso hay una cosa que se llaman terrazas y que son un añadido de la casa que se usan para tomar aire fresco y ver que pasa afuera como si uno estuviera volando. La terraza tiene una puerta de vidrio que se corre y uno entra y sale por ahí. Es entretenido sentarse a ver las cosas que pasan en la calle desde arriba, sobre todo ahora que aún no conozco bien el barrio; desde la terraza controlo todo y sin peligro de que salga algún perrito de sorpresa. Hay hartos perritos en el barrio, así que la Conqui me tiene prohibido salir a la calle, al menos por ahora que aún no conozco bien el teje y maneje de mi nuevo entorno.
La casa tiene un jardín con arbolitos, helechos, hortensias y otras flores. Si no fuera porque tiene límites sería perfecto para mí, pero como yo soy gatita no me gusta eso de los límites, nadie me dice hasta dónde puedo llegar, soy yo la que decide… por ahora decidí que quiero llegar justo justo, hasta el muro que limita el jardín, pero no garantizo que eso se vaya a mantener para siempre, me tinca que algún día voy a querer ir a ver que hay más allá, aunque debo tener cuidado porque a uno de los lados hay un perrito que ladra bien ronco así que me tinca que debe ser grande y puede morder fuerte.
Estos días me he dedicado a oler toda la casa y por todas partes huele a otra gatita que no soy yo: debe ser la Carlota, una Doña Gata de tres colores muy guapa que vivió muchos años con mi abuela y murió de viejita hace poco… ojalá que no le importe que yo esté viviendo en su casa. Aunque no la conocí, la quiero igual porque cuando la abuela y la Conqui hablan de ella sólo dicen cosas buenas así que debe haber sido muy MUY especial: yo voy a tratar de ser una buena discípula...
(Ella es la Carlota en el jardín de la casa de mi abuela)