Hoy estoy muy cansada porque me han hecho trabajar todo el día entre mi abuela y la Conqui. Primero fue mi mamá que en la mañana decretó dar vuelta los muebles de su pieza, y ahí me tuvo la tontorrona ayudándola: mientras ella daba vuelta la cama, la mesa, el librero y todos los otros cachivaches de un lado a otro, yo me metía detrás de los muebles oliendo todo y revisando que nada quedara fuera de lugar. Ella, en vez de agradecer mi ayuda, no hizo más que decir “Melí sal de ahí”, “Melí no te metas acá” y dale con tirarme la cama o la mesa encima. Por suerte yo soy más rápida que ella y alcancé casi siempre a escapar, menos cuando ella estaba con unos libros en las manos y yo pasé entre su piernas y ella tropezó y se le cayeron los libros y uno me pegó en la cabeza (por suerte fue despacio).
Cada vez que la Conqui levantaba la cabeza, me miraba con cara de “¿qué haces oliendo todo?” pero yo estaba muy ocupada haciendo mi trabajo así que no le respondí nada, es tan difícil hacerle entender algunas cosas a los humanos… Parece que ellos no saben lo importante que es conocer dónde está cada cosa en la casa, y oler bien todos los rincones para saber quién ha estado en el lugar; con eso, enseguida uno se puede hacer la imagen mental del lugar dónde se está y así poder identificar los mejores sitios para dormir la siesta sin peligro de que alguien te moleste, y más importante aún: si sabes dónde está cada cosa puedes caminar en la noche sin chocarte con los muebles. Es tan obvio, pura lógica ¿cómo no lo entienden?
En la tarde fue el turno de ayudar a mi abuela: ella decretó ponerse a podar. Yo no sabía lo que era eso hasta que la vi con unas tijeras grandes en la mano cortando unas ramas. Yo me asusté; pensé que lo que estaba haciendo era una maldad porque era la primera vez que veía a alguien maltratando así a las plantas, pero ella me explicó que no las estaba torturando si no que podando, me dijo que lo que les estaba cortando eran ramitas secas y que eso había que hacerlo todos los otoños para que cuando llegue la primavera ellas crezcan con más fuerza y más lindas. Cuando entendí lo que estaba haciendo, me puse a revisar de cerca lo que estaba haciendo para aprender yo también ha hacerlo; cuando lo tuve claro, me metí entre las matas y con mi cola le mostraba dónde debía cortar ¡entretenido mi trabajo! También corrí hartas veces de una punta a la otra del jardín para ver de lejos como estaba quedando la podada de mi abuela, y luego de unos cortes aquí y otros allá, debo decir que quedó de lo más bien (seguro que fue por mi ayuda).
(Se ve relajado, tal vez yo también me debería dar una tina para combatir el cansancio de mi día ajetreado)
Cada vez que la Conqui levantaba la cabeza, me miraba con cara de “¿qué haces oliendo todo?” pero yo estaba muy ocupada haciendo mi trabajo así que no le respondí nada, es tan difícil hacerle entender algunas cosas a los humanos… Parece que ellos no saben lo importante que es conocer dónde está cada cosa en la casa, y oler bien todos los rincones para saber quién ha estado en el lugar; con eso, enseguida uno se puede hacer la imagen mental del lugar dónde se está y así poder identificar los mejores sitios para dormir la siesta sin peligro de que alguien te moleste, y más importante aún: si sabes dónde está cada cosa puedes caminar en la noche sin chocarte con los muebles. Es tan obvio, pura lógica ¿cómo no lo entienden?
En la tarde fue el turno de ayudar a mi abuela: ella decretó ponerse a podar. Yo no sabía lo que era eso hasta que la vi con unas tijeras grandes en la mano cortando unas ramas. Yo me asusté; pensé que lo que estaba haciendo era una maldad porque era la primera vez que veía a alguien maltratando así a las plantas, pero ella me explicó que no las estaba torturando si no que podando, me dijo que lo que les estaba cortando eran ramitas secas y que eso había que hacerlo todos los otoños para que cuando llegue la primavera ellas crezcan con más fuerza y más lindas. Cuando entendí lo que estaba haciendo, me puse a revisar de cerca lo que estaba haciendo para aprender yo también ha hacerlo; cuando lo tuve claro, me metí entre las matas y con mi cola le mostraba dónde debía cortar ¡entretenido mi trabajo! También corrí hartas veces de una punta a la otra del jardín para ver de lejos como estaba quedando la podada de mi abuela, y luego de unos cortes aquí y otros allá, debo decir que quedó de lo más bien (seguro que fue por mi ayuda).