Si hay algo que mi abuela no me deja hacer, es subirme a la mesa, especialmente cuando ella está comiendo. Cada vez que me ve hacerlo empieza con sus “Melí bájate… ¡Melí bájate!… ¡eres una burra! ¡te dije que te bajarás Melí!”, y ese último grito siempre acompañado de un buen par de palmadas como si yo me fuera a espantar por el ruido de sus manos chocando entre ellas. Y claro, como yo no me bajo cuando me lo dicen si no que cuando quiero, la escena termina con ella tomándome en brazos y depositándome en el suelo sin grandes contemplaciones, y yo saliendo de la cocina muy dignamente con mi colita bien parada. Pero hoy fue distinto, y debo decir que me refocilé viendo su cara de sorpresa al ver que las gatitas si podemos obedecer… cuando queremos.
Como todos los días, a la hora de almuerzo bajé a comer mi ñam ñam correspondiente (los crunchi crunchis ahora los como cuando quiero picar algo entre comidas), y después de dejar mi platito limpio me trepé a la ventana de la cocina a mirar los pajaritos. Estaba en eso cuando mi mamá y la abuela llegaron a almorzar, ahí yo puse una patita en la mesa para ver que estaban comiendo (filete de pajarito sin plumas por lo que me dijo la Conqui) y enseguida la vieja latera empezó con sus “Melí bájate” subiendo el tono de su voz por cada vez que yo la ignoraba. Mi mamá estaba callada, pero eso le duró hasta que mi abuela quiso tomarme en brazos para bajarme, porque ahí ella le dijo que me dejara tranquila ya que yo no estaba haciendo nada malo. Mi abuela reclamó, mi mamá le dijo que ella lo arreglaba y dándose media vuelta me miró a los ojos y me dijo de buena manera “Melí, si quieres estar en la mesa con nosotras te debes sentar en el piso”. Confieso que no le hice caso, y ni pensaba obedecerle, pero como vi a mi abuela sonriendo con cara de “no seas ingenua Conqui, que te va a hacer caso esa gata burra” no me quedó otra que esperar la repetición de la sugerencia de mi mamá (yo no recibo órdenes, pero sí acepto sugerencias… cuando quiero), y sentarme muy digna en el piso. No sé que disfruté más: la cara de sorpresa de mi abuela o el pedacito de pajarito sin plumas con que mi mamá me premió por ser gatita linda.
(Para la próxima voy a pedir cerveza)
Como todos los días, a la hora de almuerzo bajé a comer mi ñam ñam correspondiente (los crunchi crunchis ahora los como cuando quiero picar algo entre comidas), y después de dejar mi platito limpio me trepé a la ventana de la cocina a mirar los pajaritos. Estaba en eso cuando mi mamá y la abuela llegaron a almorzar, ahí yo puse una patita en la mesa para ver que estaban comiendo (filete de pajarito sin plumas por lo que me dijo la Conqui) y enseguida la vieja latera empezó con sus “Melí bájate” subiendo el tono de su voz por cada vez que yo la ignoraba. Mi mamá estaba callada, pero eso le duró hasta que mi abuela quiso tomarme en brazos para bajarme, porque ahí ella le dijo que me dejara tranquila ya que yo no estaba haciendo nada malo. Mi abuela reclamó, mi mamá le dijo que ella lo arreglaba y dándose media vuelta me miró a los ojos y me dijo de buena manera “Melí, si quieres estar en la mesa con nosotras te debes sentar en el piso”. Confieso que no le hice caso, y ni pensaba obedecerle, pero como vi a mi abuela sonriendo con cara de “no seas ingenua Conqui, que te va a hacer caso esa gata burra” no me quedó otra que esperar la repetición de la sugerencia de mi mamá (yo no recibo órdenes, pero sí acepto sugerencias… cuando quiero), y sentarme muy digna en el piso. No sé que disfruté más: la cara de sorpresa de mi abuela o el pedacito de pajarito sin plumas con que mi mamá me premió por ser gatita linda.