Entre ayer y hoy han pasado dos cosas importantes: la primera es que se olvidaron de mi cumpleaños y la segunda es que descubrí el “vidrio”.
Lo del cumpleaños es porque ayer se suponía que yo cumplía un año, pero la Conqui se olvidó y ni “feliz cumpleaños” me dijo; obvio que no se acordó de mi regalo ni me cantó (por suerte, canta pésimo).
Yo no recuerdo cuando nací, así que no sé que día es mi cumpleaños realmente, pero sí recuerdo que la primera vez que me llevaron al veterinario, mi doctora le dijo a la Conqui que yo debía tener unos 7 meses, así que sacaron las cuentas y decidieron que mi cumpleaños sería el 14 de febrero… ¡madre degenerada! ella fija la fecha de mi cumpleaños y se olvida ni bien llega la primera oportunidad de celebrarlo. El 13 en la noche me dormí ilusionada pensando en que me llegaría un ñam ñam rico de regalo al día siguiente, o un juguete nuevo, pero nada de nada.Ya verá, no le pienso traer ni una laucha de regalo cuando sea el cumpleaños de ella.
Lo del vidrio fue hoy día y me sorprendió porque yo siempre los había visto, hay hartos en la cabaña de la Conqui, pero recién hace un par de horas atrás me di cuenta de lo extraños que son.
Resulta que pillé un pajarito, y como siempre, lo llevé a la casa para comérmelo, y como siempre la bruja se puso a gritar y me lo quitó. La muy perversa nos encerró al Manchi y a mí en la casa y ella se fue al jardín con mi almuerzo. Se puso a hacerle las cosas raras que ella le hace a los pajaritos para que salgan volando, y cuando estaba en eso se dio vuelta y me vió que la estaba mirando por la ventana relamiéndome los bigotes. Se acercó, abrió las manos y me mostró al pajarito ¡ñam ñam! pensé. Por un par de segundos creí que se había arrepentido de quitármelo y me lo estaba pasando de vuelta, al tiro traté de agarrarlo con mi zarpa pero chocó con algo que no se veía. Traté y traté pero no pude ¡el vidrio no me dejaba! no entendí eso de ver una cosa y no poder tocarla ni olerla. Sentí intentando agarrar al pajarito, pero mis uñas siempre chocaban con esa cosa fría que parecía aire sólido… raro eso de que el horizonte tenga límites. Debía haber sospechado algo cuando la Conqui me miró con la cara llena de sonrisas, pero ingenuamente caí en su trampa y le di la oportunidad de reírse de mi ¡y con el pajarito más encima! humillación por partida doble
Yo conocía los vidrios; siempre me ha gustado sentarme en la ventana y mirar para afuera, sobre todo cuando llueve como hoy día y yo estoy seca y calentita adentro de la casa, sólo que nunca me había dado cuenta que por ahí no se pueden agarrar las cosas por mucho que las vea. Lo bueno, es que por suerte fue sólo la zarpa la que chocó contra el vidrio y no mi cabeza por salir corriendo a cazar alguna cosa rica.
Lo del cumpleaños es porque ayer se suponía que yo cumplía un año, pero la Conqui se olvidó y ni “feliz cumpleaños” me dijo; obvio que no se acordó de mi regalo ni me cantó (por suerte, canta pésimo).
Yo no recuerdo cuando nací, así que no sé que día es mi cumpleaños realmente, pero sí recuerdo que la primera vez que me llevaron al veterinario, mi doctora le dijo a la Conqui que yo debía tener unos 7 meses, así que sacaron las cuentas y decidieron que mi cumpleaños sería el 14 de febrero… ¡madre degenerada! ella fija la fecha de mi cumpleaños y se olvida ni bien llega la primera oportunidad de celebrarlo. El 13 en la noche me dormí ilusionada pensando en que me llegaría un ñam ñam rico de regalo al día siguiente, o un juguete nuevo, pero nada de nada.Ya verá, no le pienso traer ni una laucha de regalo cuando sea el cumpleaños de ella.
Lo del vidrio fue hoy día y me sorprendió porque yo siempre los había visto, hay hartos en la cabaña de la Conqui, pero recién hace un par de horas atrás me di cuenta de lo extraños que son.
Resulta que pillé un pajarito, y como siempre, lo llevé a la casa para comérmelo, y como siempre la bruja se puso a gritar y me lo quitó. La muy perversa nos encerró al Manchi y a mí en la casa y ella se fue al jardín con mi almuerzo. Se puso a hacerle las cosas raras que ella le hace a los pajaritos para que salgan volando, y cuando estaba en eso se dio vuelta y me vió que la estaba mirando por la ventana relamiéndome los bigotes. Se acercó, abrió las manos y me mostró al pajarito ¡ñam ñam! pensé. Por un par de segundos creí que se había arrepentido de quitármelo y me lo estaba pasando de vuelta, al tiro traté de agarrarlo con mi zarpa pero chocó con algo que no se veía. Traté y traté pero no pude ¡el vidrio no me dejaba! no entendí eso de ver una cosa y no poder tocarla ni olerla. Sentí intentando agarrar al pajarito, pero mis uñas siempre chocaban con esa cosa fría que parecía aire sólido… raro eso de que el horizonte tenga límites. Debía haber sospechado algo cuando la Conqui me miró con la cara llena de sonrisas, pero ingenuamente caí en su trampa y le di la oportunidad de reírse de mi ¡y con el pajarito más encima! humillación por partida doble
Yo conocía los vidrios; siempre me ha gustado sentarme en la ventana y mirar para afuera, sobre todo cuando llueve como hoy día y yo estoy seca y calentita adentro de la casa, sólo que nunca me había dado cuenta que por ahí no se pueden agarrar las cosas por mucho que las vea. Lo bueno, es que por suerte fue sólo la zarpa la que chocó contra el vidrio y no mi cabeza por salir corriendo a cazar alguna cosa rica.
(La Conqui sacándome pica)