Hoy me pasé el día afuera aprovechando el sol y vigilando al Manchi para ver si salía con la Conqui a alguna parte… pero no. En la mañana ella se fue sola a esas reuniones que tiene, capaz que sea cierto que es por trabajo y no algún panorama entretenido como yo pensaba. Igual voy a seguir vigilándola.
Anoche tuvimos mocha: apareció un gato negro mal encarado que le quiso pegar al flacuchento ¡no se imaginan el escándalo! Él estaba en el jardín y la Conqui y yo en la casa: mientras ella comía mirando tele, yo miraba su plato por si me tocaba algo. Estábamos en eso cuando sentimos le tremenda batahola de fuuuuss, grrrrrrr y todos esos ruidos terroríficos para los humanos que hacemos los gatos cuando estamos enojados. La Conqui soltó altiro el tenedor y salió corriendo a ver que pasaba… y yo detrás de ella. Duró poco el vuelo porque de repente mi humana se dio cuenta que no veía nada, así que volvió a la casa a buscar linterna y vuelta a salir corriendo. Ahí pillamos al negro peleador todo inflado, y al Manchi arriba de un árbol con cara de “él empezó”. Yo, que soy chora y no dejo que nadie le pegue al flacuchento porque a ese sólo le pego yo, salí correteando al gato negro, y la Conqui de atrás mío con la luz de la linterna bailando para todas partes mientras me gritaba “¡Melí no te metas!”. De poco le sirvió la linterna porque igual se tropezó con la raíz de un árbol y terminó en el suelo cuan larga es: fue mi oportunidad para reírme de ella. Mientras eso pasaba, el gato negro aprovechó de escabullirse y con la Conqui volvimos al árbol dónde el maricuchín del Manchi se había trepado: tenía cara de circunstancias viendo lo que pasaba y sin ganas de bajarse de la rama dónde estaba. La vieja lo llamó un par de veces pero no le dio bola, así que ella se las dió de gato y se trepó al árbol (por suerte estaba fácil), tomó al flacuchento en brazos –previo recibir un par de arañazos porque no quería que lo bajaran– y calabaza calabaza, todos para la casa.
Anoche tuvimos mocha: apareció un gato negro mal encarado que le quiso pegar al flacuchento ¡no se imaginan el escándalo! Él estaba en el jardín y la Conqui y yo en la casa: mientras ella comía mirando tele, yo miraba su plato por si me tocaba algo. Estábamos en eso cuando sentimos le tremenda batahola de fuuuuss, grrrrrrr y todos esos ruidos terroríficos para los humanos que hacemos los gatos cuando estamos enojados. La Conqui soltó altiro el tenedor y salió corriendo a ver que pasaba… y yo detrás de ella. Duró poco el vuelo porque de repente mi humana se dio cuenta que no veía nada, así que volvió a la casa a buscar linterna y vuelta a salir corriendo. Ahí pillamos al negro peleador todo inflado, y al Manchi arriba de un árbol con cara de “él empezó”. Yo, que soy chora y no dejo que nadie le pegue al flacuchento porque a ese sólo le pego yo, salí correteando al gato negro, y la Conqui de atrás mío con la luz de la linterna bailando para todas partes mientras me gritaba “¡Melí no te metas!”. De poco le sirvió la linterna porque igual se tropezó con la raíz de un árbol y terminó en el suelo cuan larga es: fue mi oportunidad para reírme de ella. Mientras eso pasaba, el gato negro aprovechó de escabullirse y con la Conqui volvimos al árbol dónde el maricuchín del Manchi se había trepado: tenía cara de circunstancias viendo lo que pasaba y sin ganas de bajarse de la rama dónde estaba. La vieja lo llamó un par de veces pero no le dio bola, así que ella se las dió de gato y se trepó al árbol (por suerte estaba fácil), tomó al flacuchento en brazos –previo recibir un par de arañazos porque no quería que lo bajaran– y calabaza calabaza, todos para la casa.