Hoy ha sido un buen día, sobre todo porque ayudé con la leña, cacé una laucha y rematé con un pajarito; además, anoche de nuevo dormimos solas con la Conqui así que me regalonearon harto ¿qué mejor?
Lo de dormir solas, fue porque el Manchi no llegó; en algo debe andar porque tampoco se puso a maullar en la puerta como otras noches, y hoy en la mañana, cuando la Conqui abrió, apareció un buen rato después en vez de estar sentado en el felpudo esperando que le abrieran como las otras veces… ya voy a pillar en que anda.
La leña llegó a la hora de almuerzo, justo cuando yo estaba pidiendo mis crunchi crunchi, así que no me quedó más que salir a ayudar para que la Conqui terminara rápido y me diera de comer. Le trajeron haaaaaartos palos para la estufa. Hicimos muchos viajes acarreándolos desde dónde se los dejaron, hasta la casa. Ella llevaba los palos en brazos y yo caminaba a su lado; a veces me frotaba en sus piernas para que supiera que yo estaba ahí, pero la malagradecida me retaba diciendo “Melí, córrete que me voy a tropezar”, pero no me importó y la seguí acompañando. Después, cuando tenía todos los palos en la casa, yo me senté arriba de ellos para ver como los ordenaba. A esas alturas, la Conqui ya estaba con la cara bien roja y le caía agua por la frente ¿de dónde habrá salido? Parece que se llama “sudor” porque la escuché decir “estoy más sudada que caballo de bandido” mientras se pasaba la manga de la polera por la cara para secarse.
Cómo se demoró en ordenar la leña y yo estaba con hambre, me fui a ver si pillaba algo para comer ¡y agarré un ratoncito! Feliz, me lo llevé a la casa a ver si la Conqui quería almorzar conmigo, pero para variar me retó y se puso a gritar “lauchas en la casa ¡no!” y como yo no la solté, me tomó en brazos con ratón y todo y me llevó al jardín; ahí se me escapó porque me distraje por culpa del Manchi que escuchó los gritos y llegó a ver que estaba pasando (weón flojo, no nos ayudó con la leña). Cuando volví a la casa la gruñona ya había terminado de ordenar todo y me dio almuerzo ¡era hora! las 4 de la tarde y yo sin comer ¿dónde se ha visto? Después de eso, dejé que ella también comiera algo.
Más tarde, la bruja apareció de nuevo: un pajarito pajarón se metió a la casa y adivinen quién lo agarró al vuelo… ¡yo! estoy un balazo para cazar, pero de nuevo la Conqui tuvo que meterse y por más que apreté mis dientes para no soltarlo y le gruñí para asustarla, ella me agarró la boca justo dónde se unen los huesos de la mandíbula y con sus dedos me apretó fuerte hasta que no me quedó más que abrir mi hocico y soltar al pajarito que a esas alturas estaba más muerto que vivo. La bruja de nuevo se lo puso entre las manos, se lo llevó al jardín, hizo esa magia rara que ella sabe y al rato se fue volando.
Ya va a ver la Conqui: me reta cuando la ayudo con la leña, me quita los pajaritos y no me deja entrar los ratoncitos… esta noche, en venganza, no la voy a dejar dormir.
Lo de dormir solas, fue porque el Manchi no llegó; en algo debe andar porque tampoco se puso a maullar en la puerta como otras noches, y hoy en la mañana, cuando la Conqui abrió, apareció un buen rato después en vez de estar sentado en el felpudo esperando que le abrieran como las otras veces… ya voy a pillar en que anda.
La leña llegó a la hora de almuerzo, justo cuando yo estaba pidiendo mis crunchi crunchi, así que no me quedó más que salir a ayudar para que la Conqui terminara rápido y me diera de comer. Le trajeron haaaaaartos palos para la estufa. Hicimos muchos viajes acarreándolos desde dónde se los dejaron, hasta la casa. Ella llevaba los palos en brazos y yo caminaba a su lado; a veces me frotaba en sus piernas para que supiera que yo estaba ahí, pero la malagradecida me retaba diciendo “Melí, córrete que me voy a tropezar”, pero no me importó y la seguí acompañando. Después, cuando tenía todos los palos en la casa, yo me senté arriba de ellos para ver como los ordenaba. A esas alturas, la Conqui ya estaba con la cara bien roja y le caía agua por la frente ¿de dónde habrá salido? Parece que se llama “sudor” porque la escuché decir “estoy más sudada que caballo de bandido” mientras se pasaba la manga de la polera por la cara para secarse.
Cómo se demoró en ordenar la leña y yo estaba con hambre, me fui a ver si pillaba algo para comer ¡y agarré un ratoncito! Feliz, me lo llevé a la casa a ver si la Conqui quería almorzar conmigo, pero para variar me retó y se puso a gritar “lauchas en la casa ¡no!” y como yo no la solté, me tomó en brazos con ratón y todo y me llevó al jardín; ahí se me escapó porque me distraje por culpa del Manchi que escuchó los gritos y llegó a ver que estaba pasando (weón flojo, no nos ayudó con la leña). Cuando volví a la casa la gruñona ya había terminado de ordenar todo y me dio almuerzo ¡era hora! las 4 de la tarde y yo sin comer ¿dónde se ha visto? Después de eso, dejé que ella también comiera algo.
Más tarde, la bruja apareció de nuevo: un pajarito pajarón se metió a la casa y adivinen quién lo agarró al vuelo… ¡yo! estoy un balazo para cazar, pero de nuevo la Conqui tuvo que meterse y por más que apreté mis dientes para no soltarlo y le gruñí para asustarla, ella me agarró la boca justo dónde se unen los huesos de la mandíbula y con sus dedos me apretó fuerte hasta que no me quedó más que abrir mi hocico y soltar al pajarito que a esas alturas estaba más muerto que vivo. La bruja de nuevo se lo puso entre las manos, se lo llevó al jardín, hizo esa magia rara que ella sabe y al rato se fue volando.
Ya va a ver la Conqui: me reta cuando la ayudo con la leña, me quita los pajaritos y no me deja entrar los ratoncitos… esta noche, en venganza, no la voy a dejar dormir.
Esa es la laucha que se me arrancó