Mala noche la de anoche, algo o alguien se dedicó a pasear por el techo de la cabaña y los tres nos develamos escuchando los pasos corriendo de un lado para otro. Y no, no era el viento (que sí hubo, y mucho) porque el viento tiene una armonía propia que lo hace inconfundible, y lo que el Manchi, la Conqui y yo escuchamos eran ruidos metálicos, como de uñas raspando la lata manteniendo un ritmo parejo que sonaba en estéreo sobre nuestras cabezas (definitivamente el tipo que nos molestaba galopando en el techo, no era cojo, más bien parecía un enano bailando raspa). Tic tic tic… se sentía a cada rato, y los tres levantábamos nuestras cabezas y nos mirábamos con cara de ¿quién sale a ver que pasa? Al final, el elegido fue el Manchi quién no tuvo otra opción que asumir su rol de único hombre y a las 4 de la mañana la Conqui le abrió la puerta y él salió a investigar: desde ese momento dejaron de escucharse los tic tic tic del techo, y ella y yo pudimos dormir tranquilas hasta las 7 que sonó el despertador y el hombre de la casa se puso a maullar en la puerta para que lo dejaran entrar: 1era vez que lo recibí sin hacerle fu y dejé que comiera tranquilo sin tratar de quitarle sus crunchi crunchi como todas las otras veces. Además, por mucho que yo peleé con él, las cosas buenas hay que saber reconocerías, y fue doble gracia su proeza porque anoche cuando salió estaba lloviendo fuerte y el pobre llegó tan mojado que la Conqui agarró una toalla y lo refregó bien refregado para secarlo y no pasara frío … ¡quedó lustrosito el weón! (creo que es primera vez que le tengo lástima).
Después de eso, y aprovechando que el día ha estado muy feo, con harta lluvia y viento, nos quedamos los dos tranquilos en la casa durmiendo: el Manchi porque lo necesitaba y yo por solidarizar con él (tan buena gente que soy). ¿La Conqui? ella que trabaje, tiene que juntar platita para nuestros crunchi crunchi, y cuando pueda, que me rasque debajo del cuello que me gusta ¡mucho!