Para variar, hoy tuve un entredicho con el Manchi; esta vez discutimos por el chaleco que la Conqui me regaló y que yo uso de cama durante el día para dormir mis siestas.
A decir verdad, tengo dos “mantitas”; la primera, fue un chaleco negro que la Conqui puso arriba del mesón cuando recién llegué y yo me arrinconé ahí porque me sentía más segura: estaba con la espalda cubierta por la pared del closet, tenía vista para todas partes y varias vías de escape en caso que el gato flacuchento que me recibió quisiera pegarme (el flacuchento es el Manchi).
El chaleco negro era mi mantita “oficial” hasta que el Manchi se puso celoso y empezó a quitármela, ahí la Conqui escarbó en su closet y sacó un chal rojo bien bonito y me lo regaló. Para evitar peleas, el chaleco negro lo puso en el hueco de la ventana y el chal rojo (harto más decorativo) lo dejó arriba del mesón. Así, pasamos varias semanas con el Manchi durmiendo en el hueco de la ventana, y yo sobre el mesón. Después quise recuperar mi chaleco y eché al Manchi y me apropié de su espacio porque es más entretenido: puedo mirar por la ventana que pasa afuera y quedo cerca de la Conqui que tiene su mesa de trabajo al lado. Además, le llega todo el sol de la mañana… ¡rico!
El flacuchento se quedó callado, al menos hasta hoy día que vino todo prepotente a hacerme Fuuu para que yo saliera de mi hueco, por suerte la Conqui lo vio y le dijo que no me molestara. Él la miro con cara de “eres injusta”, y con eso le liquidó la psiquis a ella que se cree doña “justicia” y le dijo “tienes razón, era tu hueco”… Pensé que me iba a agarrar en brazos y llevarme de vuelta a mi chal, pero por suerte no lo hizo, si no que pescó el chal rojo y lo puso al lado del chaleco negro, y ahora los dos compartimos la ventana al lado de la Conqui y miramos el lago, y el volcán, y los pajaritos y los ratoncitos y todo lo que pasa afuera….
A decir verdad, tengo dos “mantitas”; la primera, fue un chaleco negro que la Conqui puso arriba del mesón cuando recién llegué y yo me arrinconé ahí porque me sentía más segura: estaba con la espalda cubierta por la pared del closet, tenía vista para todas partes y varias vías de escape en caso que el gato flacuchento que me recibió quisiera pegarme (el flacuchento es el Manchi).
El chaleco negro era mi mantita “oficial” hasta que el Manchi se puso celoso y empezó a quitármela, ahí la Conqui escarbó en su closet y sacó un chal rojo bien bonito y me lo regaló. Para evitar peleas, el chaleco negro lo puso en el hueco de la ventana y el chal rojo (harto más decorativo) lo dejó arriba del mesón. Así, pasamos varias semanas con el Manchi durmiendo en el hueco de la ventana, y yo sobre el mesón. Después quise recuperar mi chaleco y eché al Manchi y me apropié de su espacio porque es más entretenido: puedo mirar por la ventana que pasa afuera y quedo cerca de la Conqui que tiene su mesa de trabajo al lado. Además, le llega todo el sol de la mañana… ¡rico!
El flacuchento se quedó callado, al menos hasta hoy día que vino todo prepotente a hacerme Fuuu para que yo saliera de mi hueco, por suerte la Conqui lo vio y le dijo que no me molestara. Él la miro con cara de “eres injusta”, y con eso le liquidó la psiquis a ella que se cree doña “justicia” y le dijo “tienes razón, era tu hueco”… Pensé que me iba a agarrar en brazos y llevarme de vuelta a mi chal, pero por suerte no lo hizo, si no que pescó el chal rojo y lo puso al lado del chaleco negro, y ahora los dos compartimos la ventana al lado de la Conqui y miramos el lago, y el volcán, y los pajaritos y los ratoncitos y todo lo que pasa afuera….
(Yo soy la de carita tierna, el Manchi es el flacuchento de rojo)