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El colorín

Ya son varias noches en que tipo 10 llega un amigo del Manchi –porque mío no es– a maullar en la puerta de la cabaña. Un par de veces la Conqui se ha levantado a abrirle para conversar con él y ver que quiere, pero hasta hoy día ni ella ni yo entendíamos muy bien que buscaba; nos podíamos imaginar muchas cosas ¿la principal? que quería comida, pero ella se hacía la loca porque dice que la plata no le alcanza para comprar más crunchi crunchi, y yo no pienso darle parte de mi ración (y la del Manchi tampoco, porque lo que no se come él me lo como yo por mucho que la Conqui me la trate de esconder).

El tipo del que estoy hablando se ve mayor sin ser viejo, entre 6 y 8 años, bastante sucio (tal vez porque es medio colorín) y un tono de voz lastimero que da pena oírlo. De personalidad esquiva, no deja que la Conqui se acerque a él por mucho que con sus maullidos dé a entender que quiere su ℅.

Hoy, por primera vez, el tipo de blanco llegó a la hora de almuerzo. Estábamos los tres en la casa; la Conqui trabajando, y el Manchi y yo terminando de comer cuando, primero, se escucharon los maullidos y luego lo vimos parado en la puerta. Los tres seguimos en lo que estábamos, como si no lo hubiéramos visto y de a poco entró a la casa. El Manchi y yo nos fuimos a echar a dormir siesta en la cama y ahí él aprovechó de ponerse a comer los crunchi crunchi que habíamos dejado. La Conqui no se movió, pero sí dijo en voz alta “si ustedes no lo echan, yo tampoco lo voy a hacer, pero una cosa tengan clara: lo que él coma se los descontaré de su ración del día”. Eso no nos gustó para nada con el Manchi así que no nos quedó otra que levantarnos y partir a echarlo con un “fuuu”. Pobre, igual mala onda llegar a comer y que te echen, pero al menos el tipo no se veía flaco.

El colorín

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