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De cómo aprendí a maullar

Parece que alguien se anduvo ofendiendo por mis comentarios de ayer y no han parado de mandarle fotos de mi prima hippie a la Conqui. Es una rucia bien deslavada que se manda puras embarradas. Hoy, por ejemplo, le rompió las cortinas a mi abuela ¡eso no se hace! seguro que su mamá no la sabe educar, si estuviera conmigo yo le haría un par de “¡Fuuuuu! ¡Fuuuuu!” bien puestos para que deje de hacer tonteras. Me tinca que haría buenas migas con el Manchi, me da la impresión que los dos son igual de… mmmm…. diré “inquietos” para que después no me tilden de cahuinera.

Yo soy niñita bien educada, aprendo rápido. Cuando llegué a vivir con la Conqui en septiembre no sabía leer ni escribir, tampoco maullaba ni sabía jugar, y véanme ahora: aprendí a escribir y tengo mi propio blog, también aprendí a jugar y a maullar. Ahora estoy aprendiendo a frotarme en las piernas de la Conqui para dejarla marcada con mi olor y que todos sepan que es mía.

Maullar, la verdad es que maullo poco. Sólo algunas veces para pedir comida y nada más. Eso me ha traído problemas, sobre todo una noche que por intrusa me quedé encerrada en la lavandería: resulta que yo siempre acompaño a la Conqui a lavar ropa, y mientras carga la lavadora yo intruseo todos los rincones ¡es súper entretenido porque hay hartas cosas para oler! cajas, muebles, bicicletas ¡de todo! además de pieza para lavar es bodega.  Bue, la cosa es que un día que a la Conqui no le tocaba lavar pillé que alguien había dejado la puerta de la lavandería abierta y me metí a jugar, pero de repente cerrarón la puerta sin darme tiempo para salir y ¡me quedé encerrada toda la noche! Yo escuchaba a la Conqui llamándome, pero ahí no sabía maullar para llamarla; la pobre salió con linterna a recorrer el jardín hartas veces, incluso le dijo al Manchi que me buscara pero él no atinó  a llevarla a la lavandería… Me tinca que lo hizo de malo porque a la mañana siguiente, cuando la Conqui salió temprano a buscarme, él altiro levantó sus orejitas y se fue a parar a la puerta de la lavandería. Ahí yo aprendí a maullar, me salió bajito eso sí, pero al menos bastó para que mi mamá me escuchara, corriera a buscar la llave y volviera a abrirme la puerta ¡estaba más contenta! ella me tomó en brazos, me hizo mucho mucho cariño, me dio haaaartos besos, me llevó a la casa y llenó mi plato de crunchi crunchi ¡yo estaba con más hambre que musulmán en Ramadám! me lo comí todo, y después me fui para nuestra cama dónde me hice pelotita y dormí toda la mañana de un tirón.
(Esa es mi prima, la rucia deslavada que rompe las cortinas de mi abuela)

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