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El Manchi (y el sexo)

El Manchi es una especie de hermano que tengo yo. La Conqui dice que es “allegado” porque no es de ella si no que de los dueños del sitio dónde ella arrienda cabaña. Siempre me cuenta, muerta de la risa, que lo primero que le dijeron al arrendar, es que el gato estaba para cazar ratones y que no lo dejara entrar a la casa y mucho menos le diera comida. Ella, lo primero que hizo el día que llegó fue dejar entrar al Manchi cuando él llegó a controlar quién había invadido su territorio; y lo segundo, fue darle de comer cuando quiso quitarle la hallulla que ella se estaba comiendo. Esa noche el Manchi durmió sobre la cama nueva de la Conqui y al día siguiente tenía platito de Hello Kitty para la cómica y el agua y una enorme bolsa de comida a su completa disposición

Lo del platito de Hello Kitty puede ser algo femenino para un macho recio, pero les voy a contar una copucha: hasta que llegué yo la Conqui pensaba que él, era ella. Así mismito. Como no le colgaba ningún adorno al pobre animal, la despistada de mi madre adoptiva hablaba de “ella” por el Manchi, hasta que un día nos pilló a los dos juntos despatarrados en su cama y se fijó en que nuestras anatomías eran diferentes, y recién ahí, luego de 4 meses tratándolo de “ella” cachó que era “él”.

Es fregado distinguir el sexo de los gatos, especialmente si castran a los machos ya que las bolas son la manera más fácil de distinguirlos a ellos de nosotras. La otra manera, es por la forma del hoyo. No será muy elegante eso de andar mirándole el culo a la gente (sí, los gatos también podemos ser gente aunque no del tipo humano), pero si es muy práctico: los machos lo tienen más bien ovalado y las hembras lo tenemos redondo.

Como sea, volviendo al Manchi: él manda puertas afuera  de la casa, y yo puertas adentro. Ambos tenemos claro el territorio que dominamos, y si yo soy la que araña y gruñe dentro de la casa, es él quién me deja jugar con los ratones en su jardín.


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